jueves, 5 de diciembre de 2013

IV

Sé que pensarás que lo que se acaba.
-Malditos estos labios y los tuyos-
tiene finales para cuerpos distintos.
Que el amor, sin duda, es una vocación
imprevisible en cada cama.
No muy valiente, porque necesita
el veredicto incuestionable
de la piel que se viste en los ojos
-Estos, los que te pertenecen-
y el desnudo que se pierde por tu sonrisa.
Aquí, dónde el silencio habla del silencio,
se pierden bocas,
se vende casa,
se arañan cristales.
Así son mis noches ahora
como el silencio.
Pasan de largo y se preguntan
sobre la legitimidad
de mis pensamientos
al imaginarte desnuda,
mirándome,
como el que algo espera
y sólo recibe contemplación
o indiferencia, este idioma
ya no es nuevo para mí.
Alomejor es que la soledad
no es cuestión de ausencia,
tal vez,
tiene algo más que ver con los recuerdos.
Perdóname amor por no olvidarme de quién eres.
Perdóname amor por no saber quién soy.



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