Como cuando
tiritas
con el frío
encogido de tus hombros
y pones la radio
en el coche,
y
suena
esa canción tantas veces
repetida que ya nadie escucha.
Ninguno de los dos
reconoce a Morrisey
cuando canta
ese estribillo pegadizo,
cuando quiebra
los acordes
o silba
despacio
el charles
apagado del motor.
Y sin embargo
cuantas veces soy el asesino.
Como cuando
despedazo
tu cuerpo
aquí o allí.
Y sigue sonando
Morrisey de fondo
en el escrutinio independiente
de los que acaban de votarse.