viernes, 28 de febrero de 2014

XX

Tengo 20 razones por las que tener pasado.
igual que se tiene cruz y nombre como buen rey judío.

Nunca he sabido ser buen practicante.
Lo cierto es que creo en lo que hay que creer
igual que se cree ciegamente en el amor de una madre.

Muchas veces me cuestiono la validez de mi argumento
las palabras que siempre preguntan dónde deje mi pasado
¿Atrás?

Católico, relativista y muy protestante.

Miro hacia adelante porque es donde encuentro
la ciencia que plantea un pasado próximo.

Son ya 20 años de rabia y búsqueda.
Lo he probado prácticamente todo,
Juro que he intentado ser yo mismo,
no ser yo, ser yo otro distinto, sólo ser,
e incluso he intentado no ser, sabiendo
que se es, por el mero hecho de negar
una existencia impuesta por el seno de una madre.

He intentado ser yo mismo a tiempo
y al mismo tiempo no serlo.

Cuando pienso en como duele, aquí arriba me refiero,
las huellas de las yemas de un fantasma,
entiendo, aquí abajo me refiero,
que el pecho sólo conoce la lengua y la palabra
de las serpientes que trafican con manzanas.

El tacto del cuerpo de un poema al desnudo,
no se diferencia mucho menos de un alma sin cuerpo.
Por eso siempre tengo miedo de que llegue el día,
en el que tenga que contarme mi pasado.

Por si se me olvida después de tantos años de Iliada.
Porque me quedan otros tantos de Odisea.

Aquí en medio me refiero.

jueves, 27 de febrero de 2014

El Hombre que inventó Manhattan. Diario de viaje 7

Los aeropuertos siempre son una tierra de nadie
como un beso sin camiseta en las llaves de un hotel.

No termina aquí el viaje.

Este último Sol de diario es como un New York Post
es una ciudad de papel de puntillas contra la ventana,
la sátira dominical de hoy es algo que no entiendo
sobre inmigración y política económica.
Lo irónico es que yo solo conozco
ser extranjero y pobre al mismo tiempo.

Como se es extranjero en el color de la piel.
Como se es pobre en los bolsillos.

JFK y un diario de semana de vuelta a Madriz.
Perdonad la Z, uno es nostálgico y se permite
la buena licencia del orgullo de pertenecer a otro Manhattan.

Llevo llena las maletas, pero tanta ropa
nunca soportará un viaje tan humilde,
humilde como volver a casa con la sensación
de que el verdadero hogar de un persona
es un cuerpo al que rendir homenaje en un poema.

O al menos, permíteme unas palabras Zo.

Tu que eres todo lo salvaje que habita en Manhattan,
East High, la 5ª, los puentes que cuelgan del Bronx,
la vista que domina el acero del cielo del Empire,
cada historia de amor cinéfilo del West Side
pero sin historia, que un Romeo moderno
nunca sería lo suficientemente valiente
para un suicidio tan insignificante en una ciudad
regida por el imperativo Capuleto de sus calles.

Zo, tu que habitas en el amarillo de los taxis,
en el neón de las luces, en los parques,
las historias de gánsters, el absurdo del bullicio,
en el tumulto apócrifo de la gente cosmopolita.

Femme Fatal, de labios con veneno no carmín,
y tacones como alfileres que clavarme.

Un beso tuyo de despedida en este diario
es como el beso de una guitarra de bar.
Su sonido siempre sonará melancólico,
pero es algo tan común, es una compartida soledad.

Son las 3:30, mi avión sale ya.
es curioso como nuestras vidas
dependen de los embarques pactados
en un puente aéreo que no se sujeta por ningún lado.

Me subo al avión, y por una vez, tan sólo por una vez.
Soy capaz de tocarte, como quien toca el cielo desde arriba.

Debe ser que está ciudad me ha enseñado a respetar
Al hombre que inventó a la mujer.
A la mujer que me inventa en la ciudad
Aunque yo nunca sea como ella.

Aunque tenga que aprender a ser Manhattan.
O un garabato de colores inventado de ciudad.


miércoles, 26 de febrero de 2014

El Hombre que inventó Manhattan. Diario de viaje 6

Como un voyeaur que mira como se desnuda el cielo de Manhattan.

Miro desde la madrugada como un niño
que nunca ha entendido el sexo sin el cuerpo.

O el sonido del saxo de una película On the Town

Los carteles de los nuevos estrenos
hablan de un mundo de cine, un mundo ideal,
hablan del gran imaginador que lo ve todo en NY
y rueda escenas tan repetidas como Balas sobre Broadway.

Podría ser la perfecta historia de un superhéroe.

De esas en las que el chico se sienta al final de la clase
observa a la chica más guapa y popular del tumulto
y le pica una araña que lo único que le enseña
es a trepar entre los desagües de un hotel barato
y a llorar con la puerta cerrada para no hacer ruido.

No, mi historia se parece más a una película absurda de Woody Allen.

Se parece más al beso que se da de puntillas
con el pintalabios en los ojos y la toalla de la piel.

Son las 3:30 del Jueves 26 de Febrero.

Sé que Zo aparecerá por esa puerta,
agotadísima, con marcas en el cuello de ciudad
y con la típica manta de lluvia espectacular 
digna de un gran drama de Hollywood.

Pero no es así. son las 3:30.
y estoy sentado en el mismo taburete
que hace de trono de un rey de Bronx
en un bareto de los de West Side Story.
En East High, seguramente una calle 
que me haya inventado.

Zo está en la barra, y me mira,
sabe que la estoy mirando,
sabe que no voy a disimular 
un gesto menos serio
que se conforme con un beso.
No.

Yo lo que quiero es que la sangre llegue al Hudson.

Son unos tacones de poco glamour 
los que lleva puestos, serán de bailar
tan rudamente con esta capital inexperta.

Sentado, con sabor On the Rocks en los labios,
la miro como quien espera que pase lo que pasa en las peliculas.

Me levanto, la pregunto su nombre,
hablamos tal vez de la dureza del amor,
de dónde ha estado todo este tiempo,
que la vida sólo se entiende en los parque de Manhattan,
de que tal vez sea el año de los Yankees.
de que no cree en el amor a primera vista
pero dadas las circunstancias
conmigo se aplica siempre la excepción,
Se ríe, me rió, la miro como quien mira
una sorprendida conquista de madrugada
y de repente susurra una habitación 
mis oídos dejan de escuchar la sordera
y sordidamente me coje de la mano
subimos las escaleras, pisamos la ciudad,
y desabrocha el mismo botón de mi camisa.

La misma nota, tal vez, diferente ruido.
Sigo, queriéndote, en, la, cama.

Me da las llaves de una habitación vacía,
se pueblan nuestros cuerpos y yo la desnudo.

Como un rascacielos que desnuda el cielo de Manhattan.

Espero que os haya gustado la película,
porque esto que os cuento es una invención.
suena a cine de voyeaur.

La verdad es que sigo sentado como rey de Bronx
en este estúpido taburete, con sabor a ceniza,
y la cara on the rocks imaginándome como sería
toda esta película si tuviera el valor de representarla.

Lo cierto es que actúo muy mal.

Zo se acaba su copa, se aleja de la barra y se va.
Son las 3:37.

Mirón de un cielo rascado de ciudad,
miro como se alejan esas piernas, 
pero es curioso ella se gira, sabe que la miro,
me mira, sonríe, y me hace gesto de que la siga.

Me levanto y salgo a la madrugada de East High.
Me coge de la mano como quien coge de la mano a un niño.

La pregunto que a dónde vamos pero no contesta,
sólo se que me da las llaves de una dirección,
una bala y un revolver, un clínex con un beso pintado de rojo.

Me falta la frase que culmine este guión,
pero me gusta siempre dejar los finales abiertos.

Nunca sabes lo que puede pasar tras el disparo.




martes, 25 de febrero de 2014

El Hombre que inventó Manhattan. Diario de viaje 5

Times Square, o el renovado orgullo de una plaza de centro.

No es un lugar al que escapar desde luego,
esta ciudad no me olvida nunca
y yo, deseo dormir rodeado del beso lento
del neón y las farolas que iluminan el último tren
que hace de sangre por las venas de Manhattan.

Es el sonido de un Gospel de hombre blanco.

Manchado y con el color de libro viejo
es el jazz de un rascacielos partido de horizonte,
el único segmento de dignidad que alcanza a tocar
el cielo calibrado y en obras de esta avenida,
es como un conjunto de sensaciones subir
a lo alto del Empire State y sentir que aquí arriba
agarra más fuerte el dolor de los pulmones.

Siento el peso y la tensión de una viga que sujeta este garabato de ciudad.

Profundamente, me escuece la memoria,
son las 3:30 y Zo no está aquí.

Hay un ruido en mi bolsillo.

Abro la dudosa grieta de mi abrigo,
desabrocho el botón como quien rodea
la cresta roja del amanecer inmediato con los ojos.

Parece que hay palabras y papel
pero ni un sólo rastro de tinta.

Tú, yo, ahora, cama, Zo.

Lacónicas palabras, parecen golpes de morse
intentando dar algún tipo de señal o sentido.
Bonita y clamorosa tristeza de balcón sin miradores.

¿Dónde estás?
Como quien habla por teléfono.
Hablo solo.

Me escapo, me olvido de que, y entiendo que no disfruto.
Deseo tocar el beso de este guiño, la mejor vista de la ciudad.

Sin duda.
Por si ella duda todavía.
Tengo ganas de verla
y que deje de ser el hombre que la inventa en Manhattan.





lunes, 24 de febrero de 2014

El Hombre que inventó Manhattan. Diario de Viaje 4

Este diario, es la balada de un poeta de musa de ciudad.

La poesía o el beso crudo del Bronx
sabe a barrio bajo y a droga barata
de las que infectan la memoria con un color negro.

La cosquilla de una lady de centro, perdida,
por el extraradio bajo de una cama como
una solitaria alcantarilla que escupe vaho a las 6.
Mirando desde el horizonte plano que plantea el suelo
el despertar boca abajo y con sabor a alcohol barato
en un parque a las afueras de Gramercy Park.

La dama de cristal y hormigón esconde un paisaje de ojalas.

Para mi, este borde de acera entre la 5ª y la 3ª
es la almohada de cemento y rueda de taxi
que me lleva de vuelta a casa, o por lo menos
a un hogar menos ahogado de gente y asfixia comercial.

Sincera y de espaldas Zo canta y mueve los pies.

Entro por la puerta.
Evita las preguntas innecesarias
la interrogación tan repetida como es echar de menos,
preguntar que tal el día, o si el mundo sigue existiendo
fuera de una celda tan pequeña como este cuarto.

No, Zo no es así, ella es distinta en el beso rojo
del carmín que deja en mi camisa y la débil sudadera
que separa su cuerpo, de un desnudo de postal a quemarropa.

No, su mirada es distinta, no lo hace con una sorpresa comprometida.
es una mirada que desabrocha mi camisa y coge las llaves de mi bolsillo.

Se acerca, me abraza por la espalda, besa la barba de mi cuello,
dice algo a mi oído aunque dan igual las palabras ahora,
sólo es una excusa pobre para arañar con su voz mi silencio.

Y de repente.

Me lías,
te quemo,
y nos consumimos.

Puede que este sea el mejor cigarro
para alguien que es carcelero de una celda.

Con vistas a Manhattan para dos.

sábado, 22 de febrero de 2014

El hombre que inventó Manhattan. Diario de viaje 3

Sé que ahora no es el mejor momento.

Pequeña y somnolienta Zo es un amasijo de sábanas
un desastre natural entendido así en las grandes ciudades.

Tiene una expresión serena su cara, hace como que duerme,
esta esperando tal vez el beso de una ciudad que no la castigue
mirando a la pared de algún rascacielos levantado en una zona cero.

Me siento a su lado en la cama, hace como que duerme,
hago como que está dormida, es la ilusión de un pacto secreto.
Ella disimula descaradamente que no le importa que segue su pelo
como recogiendo una cosecha de dorada piel de Tyffanys.

Verde y desconcertado.
Son los colores de la tregua azul de mis ojos.

La música agotada de la voz de Sinatra muere de fondo
New york, New york. Curiosa dama de hierro prometida.
Vaya cliché.

Agotada se levanta tapada con la vergüenza
que puede tapar una sábana o una sonrisa.
Quiere tormenta y relámpagos de cuerpos.
Hablo de Nueva York está claro, Zo hace que duerme.

Pícara juventud de pasión oxidada de ciudad,
Hablo de Zo está claro.

Ojala ahora,
Ojala Manhattan.
Ojala nunca tengas que hacer como que te despiertas Zo.

Porque por las noches sólo me escucha la ciudad
si escribo como te desnuda junto a mi, su manzana podrida.

Día 3

El hombre que inventó Manhattan. Diario de viaje 2

Zo despierta por segunda vez, es de noche.
Las uñas pintadas por desgarrar una piel blanca
desarma mis ojeras si soy yo el que duerme a su lado.

Rota. La pequeña musa de ciudad contemporánea
se despierta como cada noche a eso de las 3:30.

Esta ciudad le pertenece a ella, o lo intenta.

La pertenencia cansada del caos y la urbe
que le hacen andar dos avenidas
cruzar cuatro giros y respirar humo y clase baja.

Brooklyn es un puente apoyado en mi poema,
ella lo cruza despacio, como saboreando
los preludios de gesta e ignorancia que
anteceden a un viaje lejos de los límites
de las alcantarillas de una calle de North Haverbrook.

Ella es feliz, pero no lo sabe todavía.

Desde el libro que narra las historias de Manhattan
la observo alejarse de noche, no duerme la azotea,
parece desesperada por respirar otro cielo más azul,
aunque lo único azul que espía sus movimientos
son estos ojos de terraza y una palabra malsonante.

Sale de mi boca, escupo el ego que esta aún por decidir
y de repente nuestras miradas se mezclan con el fuego
que se alterna entre mi mechero y el aire que quemo.

Alomejor es la calma que encharca los pulmones,
eso, o ella sonríe desde la calle, estas avenidas...
Estas avenidas habitadas por razas y colores en la piel
me impiden verla, se aleja sonriendo, pícara e infantil.

Es como un recuerdo de tacones y cierta elegancia,
como cuando ves a la chica más bonita de la fiesta
y la intentas sacar a bailar aunque uno es torpe.

Pero parece que ella baila sola, no necesita a nadie que la enseñe a caminar.

Pero ella es feliz y lo sabe.
Porque tranquila este poema la saca siempre a bailar.
Mientras duermen los labios descansados de Manhattan.

Y mis negocios consisten en dibujarla sonriendo
en el filo de la 5ª entre la tienda de licor
y la estatua libre que sujeta su pelo
como un fino hilo que hace que nunca me pierda.

En el laberinto adultero que son mis pensamientos
imaginándola bailando desnuda en los brazos de Manhattan.

Segundo Día.

viernes, 21 de febrero de 2014

El hombre que inventó Manhattan, Diario de Viaje 1

Me llamo Alejandro.

Vivo en NY, cerca de Battery Park.
Soy escritor y me gusta ir a Central Park 
los Domingos por la mañana para relajarme.

Comparto piso con mi amiga Zo 
tenemos ventanales por toda la casa
por los que se pueden ver todas las calles.
Por supuesto no he dejado la música,
toco los viernes y los sábados
en un viejo café 3 calles más abajo de mi piso,
creo que se llama New Village cerca del Bowery.

Con ese dinero pago el alquiler 
y mis clases de poesía.

Y aún así siempre me sobra un poco de dinero
para comprarle a Zo sus caprichos de chocolate.
Curiosa, enana y fantástica compañera de piso.

Ella es la mujer que me inventó en Manhattan.

NY desde la ventana parece una postal de un desayuno de manzanas.
El sol negocia treguas y guerras entre rascacielos y rascasuelos.

Los buzones se confunden con los accidentes amarillos
que atraviesan las avenidas ordenadas por los taxis.
Zo camina ahora sin tacones, es un paso más humilde
sabe que la lluvia de este cielo de acero y hormigón cosmopolita,
no amorata los labios si no besa con risa,
los ojos negociados de la música de los claxons.

Desde East High, seguramente una calle que no exista.

Ella canta las caricias de vagabundos neoyorquinos,
de los de bolsa de plástico y whisky de trastienda de chino.
Mientras tanto, se pregunta la interrogación del atardecer
mojada por la lluvia, pero con los dedos secos.
Se acerca al café dónde yo, tal vez, este bebiendo corcheas.

Los viajes de las grandes ciudades
imitan muchas veces a las odiseas clásicas.

Zo, como buena sirena, pobladora de los faros de las ambulancias.
Recoge tiritas para reponer mi botiquín, compra café en Starbucks.

Y vuelve en el avión pactado de los portales
a la azotea, aquí arriba, donde mi cabeza
la dibuja con el ceño fruncido y palabras extrañas.

Primer día.





jueves, 20 de febrero de 2014

Hoy. Jueves, 20 de Febrero

Un hombre sin memoria,
es como una habitación sin cuerpo,
no entiende de noche,
tampoco sabe nunca a silencio.

¿Recuerdas los primeros pasos?

Como se construyen los edificios
a pesar de las familias sedentarias
en la orden decrepita de los fines de semana.

Una habitación es como una caja.
Guardado en seda y nylon
aquí los carruajes de la nostalgia
crían gusanos más redondos que el tiempo.

Las fotografías de dos ojos
una mano, una historia prometida,
saber que ya no estoy en el mismo
sitio en el que nunca más volveré
a ser ni sentir, a que sabe mi silencio.

Hoy. Jueves, 20 de Febrero.
La felicidad consiste en pensar
que intento quitarme este sabor de la boca,
al menos sé a que sabe el silencio.

Es como una habitación sin cuerpo
Un hombre sin memoria.

Espera creo que esto lo he dicho ya en algún momento,
pero da igual seguramente se me olvide.

Y vuelva a escribir sobre lo mismo.
Hoy. Jueves, 20 de Febrero

Zo

Muerden las nubes una línea de guerra roja en el cielo.

El ojo de la cámara intenta mantener intacta,
pura, pulcra y discreta la música de la luz
que conecta el fuego que desprende la llamarada
de pulsar el botón y parar eternamente el beso del mundo.

Se respira libertad y duelen mariposas en el estómago,
te quitas despacio la sudadera y desnudas la ropa,
es curioso como se puede desnudar algo que se quita
con la fuerza de los hilos tejidos que rozan la piel
y conecta con el agua sucia del sudor.

A fuerza de lágrimas, feliz, la sonrisa intenta
completar el leve circulo de unos labios pintados
que sin hogar respira el vaho de un cristal empañado.

Con tus leves dedos dibujas formas gastadas
enfrente de tu espejo, te miras y piensas
en arreglarte el pelo, tal vez las mejillas
y te dejas como siempre un ojo sin pintar.

Soy yo, Fontcu, curioso nombre para alguien de plástico.
Suena el teléfono, la magia de las líneas nunca se pierde.

Entonces el paseo de tu cama ya no guarda bahías,
tampoco se come el mar las almohadas apoyadas
y la cabeza, con el ego de un niño criado sin madre,
se reserva el último baile lento de las lámparas
y los pijamas se enfundan un cuerpo organizado
desde el frío de los pies, hasta el cuello de un cigarro.

Entonces decidida, admites que no me comprendes,
que los secretos solo valen si de verdad entiendes
que no hay nada que guardarse sin al compartirlo
entregar un pedazo menos tuyo.

Aunque dices que imaginas mi cabeza
como un montón de garabatos,
con el ceño fruncido y diciendo palabras extrañas.

Lo extraño es que no haya necesitado dibujarte inventada
en alguna historia de centro, o caminando sin tacones.

Por una vez prefiero imaginarte mirándome extraña y así
como una nube en la línea roja del cielo que miras
a pesar del cristal de la ventana.

miércoles, 19 de febrero de 2014

NH Hoteles

¿Alguna vez has visto el silencio?
¿Has besado alguna vez el rito átono que se cierra tras la puerta?

Esta habitación de hotel es un fuerte sin bandera.
Si faltas tú, atacando como un indio herido,
rodeando mi cuerpo con tus señales de humo
tus pinturas rojas en la cara, y la pipa que aspira
el polen que habita en el corazón cuando
miras de reojo el estrecho baluarte
que azota el horizonte ondeado de las sábanas.

La estepa seca que pide agua o lluvia, la cama,
los cuadros torcidos y los pomos caídos.

Hay suciedad en la cocina, así es todo más cotidiano,
más natural el paso del tiempo que se reserva 
en una habitación compartida de hotel.

El teléfono siempre cumple como un servicio inútil de habitación.

Inútil como esperar con los pies negros
firmar una tregua que no calmará tu vida,
ni la mía.

Maldita sea.

Creo que he vuelto a dejar la llave en recepción,
bueno así la excusa no será tan pobre 
cuando pienses que esta habitación de dos.

Es únicamente, un fuerte sin tomar.

martes, 18 de febrero de 2014

Nota del Autor

La distancia no nace por imperativo del espacio,
es un estado transitorio de la verdad y la mentira.

Por ejemplo.: No es mas cierto un acontecimiento
de amor rudo y primitivo porque lo narre
la salvaje naturaleza autodidacta de un libro.

``El hombre que no sabía amar´´

Podría ser el perfecto título de una mentira,
pero nadie aprende por si mismo a mentir.

En una mentira siempre es necesario que te mientan.
Parece algo obvio, pero ilustremos este epígrafe.

Por Ejemplo.: El tiempo siempre es viejo
nunca tuvo necesidad de vivir la inexperiencia
del que recurre continuamente a esperar
que algo pase, o llegue, a pesar de un paso, inexorable,
entre el mordisco de la arena y la franqueza del cristal.

Ya me diréis que hay de verdad en esto.

Como si viviéramos en un continuo arañazo
de grava y barro enjaulados como una tribu autóctona
en la aspereza transparente de un cristal,
que siempre nos deja ver que hay al otro lado,
pero, inexorable, nunca puedes tocarlo.

Es como una especie de castigo,
supongo que tengo que ponerme
desde el otro lado del cristal.

Aunque como todo ser humano tengo miedo,
por si me caigo, por ejemplo.

Conde Casal

La tristeza es una responsabilidad
es una piel desnuda, aún intacta.

Sin tocar, virgen de una tierra sin nosotros.

Puebla estás ciudades cuando te ando
como un niño serio castigado,
me recreo andando desde Pacífico
las luces muerden mis piernas
y anochece la brea seca
del alquitrán de mis pulmones
respirando calle y barrio.

Una calle sin nosotros es como una patria dividida.

Es el viejo dolor primitivo de un semáforo
el que pide peaje para cruzar el borde interrogante.

Saben los ojos a cloaca
las palmas de mi mano sujetan el frío,
y comienza el pálido beso de las once.

Todavía espera el autobús, quizás.
O quizá no, soy yo el que espera,
como siempre, espero.

Se apaga el ronco desgaste de las hogueras en las farolas.
Las once y dos.

Se abre la puerta, entro sin hacer ruido.
Y cinco.

Arranca ya. Riegan las estrella una noche poco cordial
y comienza a quemar rueda este pellejo metálico.
Inerte me confundo con mi asiento, cierro los ojos,
los abro, tal vez, no me acuerdo ya, no quiero acordarme,
no se dónde voy a bajarme esta vez.

Es lo que tiene cuando subes a un sitio
sin sentir la necesidad de tener que llegar
a algún lugar, a alguna hora.

domingo, 16 de febrero de 2014

Tiempos Verbales

Huele como a memoria de desván,
aquí arriba me refiero, sabe a desorden.

El tiempo que cruje la madera
no espera desgastar los cuadros
que se tuercen, son clavos peores,
los que te miran desde una fotografía.

Es curioso como habitan en arañas
y finos hilos que conectan siempre
un pasado más pretérito,
no quiero decir que sea bueno o malo,
es simplemente otro tiempo.

Pluscuamperfecto o indefinido.

Siempre se mira el presente 
con ojos de futuro,
como un momento de intriga
que suspende un continuo 
suspense.

A condición de aceptar un tiempo más perfecto.

Nunca se mira dos veces igual
en el mismo giro, no sé si me entendéis,
es como que el recuerdo que tú vives
no tiene nada que ver con lo que los demás,
indefinidos, pretéritos o pluscuamperfectos.
se acuerdan de ti.

No cabe la misma soledad en el pecho
a personas diferentes, igual que la disciplina
que conlleva aceptar el pasado.

No alzo más banderas,
no hay tierra que defender,
sabéis que como siempre
mi tierra, es tu cuerpo,
sabéis de que cuerpo hablo.

Ella también lo sabe.

Pero ya soy como un extranjero fuera de lugar.

Vaya ironía,exiliado por mi pasado,
rechazado por mi futuro,
no me queda más que este presente.

Y yo no sé estar aquí mirando atrás
cuando nada me deja mirar para adelante.

Debe ser que cuando digo tu nombre, Irene,
Yo me encuentro siempre en otro tiempo verbal.

viernes, 14 de febrero de 2014

San Valentín

La nostalgia y la voz seca de la puerta
despierta el placer o la agonía, sueño.

Un día más que es otro día,
gris, en este tenue oasis
abro los ojos y me besa
la melancolía del sol golpeando la ventana.

Con restos de alcohol y cicatrices
la boca sangra un nombre indiferente
que no conozco ya, que no me conoce.

El carmín dibujando cruces en mi cuello
y el olor a soledad que moja la tierra.

Es Febrero, sonríe y ríe despacio y sin aliento
aprendiendo a nevar desde mi ventana
nunca llega mi mirada más allá de la acera,
por miedo, o tal vez conformismo
por entender que ya no volverás a estar aquí.

Hoy mi mente es una ruina.
Coloco piezas e intento encajar
valor, dolor, paciencia y tiempo,
el pecho arde igual, no intento engañarme.

Lo sé, lo sabes tu también que lees.

Es la polémica y las décimas
que cambian de un momento a otro
el tono de una suplica,
la razón disciplinaria de recordar
la humillación de cogerte la mano
y ver como vives mi piel
en el cansancio de tus ojos.

Sólo sé regalarte muerte e ideología.
La ética que plantea intentar despedirme con un beso.

La dosis que mantiene vivo este vértigo
los edificios como guardianes de un Madrid
cimentado en el hormigón colosal de caminar.
en cada paso, una palada, que cava este cementerio.

Vomito y no sacia mi hambre,
tal vez el humo calme esta garganta
pero de momento, un grito en la escalera,
el ruido temprano que cruje la madera,
me astillo los dedos y me agarro a un clavo.

Ardiendo, miro otra vez desde el noveno.
No vienes, y el agua que cae sabe a veneno.

La histeria se inyecta escasa en mis llagas,
la tristeza cabe siempre entre dos palabras,
resacoso y rezagado, mi habitación hace de celda.
me vuelvo a asomar con esperanza,
pero no quedan palomas en mi alfeizar.

Por inercia, el pulso débil de la memoria
invade una cabeza habitada por la claustrofobia,
las décimas de fiebre que calientan
unas encías desgarradas de morder estas dudas.

El ámbar, las mujeres, las coronas y las monedas,
yo sólo conozco malgastar mi tiempo, lo que tengo,
mi fortuna, la herencia que me dejo tu nombre
por costumbre o como herida, aspiro odio,
me calmo, golpeo de nuevo la pared,
e intento seguir con lo que me toca.

Sé que esperáis que os diga un nombre,
tampoco es que esta historia de San Valentín
sea distinta de la vuestra.

Hoy seguro que ella es feliz con él.
No me necesita.

Yo sólo espero calma y decepción.
Vuelvo a la cama, cierro los ojos
y hago como que duermo.





jueves, 13 de febrero de 2014

Pre San Valentín

Lejos de sentir fechas señaladas en un año,
acaba aquí la poca dignidad que presenta
el ronco preludio de un día lleno de amor.

Y vergüenza, mucha vergüenza.

Practicante soñador de un alma masturbada,
comprendo la necesidad tan equivocada
que se me presenta el 13 de Febrero.

Aquí no hay santos,
el amor todavía no ha llegado
y espera la pureza entender
un hueco vacío que rellenar
o rellenarse a uno mismo.

Puede que no sienta ya esa necesidad
la intimidad sólo conoce las facultades
inexpertas de un cuerpo compartido.

Egoísta comparto, a partes iguales,
necesidad, soledad y silencio.

Una por cada cajón del armario,
Dos por cada letra de tu nombre,
Tres porque es el único que me escucha.

No sé contar ya.
Creía torpe e inexperto
que una mente gastada,
atacada por continuos recuerdos
de cuerpos desnudos,
infatigables noches,
y sensaciones de pobreza
me concederían paz.

Pero el tiempo no es apóstol de su fe.

Impartida y como una lección mal encarada
al alumno más rebelde de la clase.
Creo en Dios padre todopoderoso...
o algo así, no recuerdo ya mis oraciones.

Los pecados de la carne,
como yo, solo entienden
una vida vacía y sufrida
en un continuo Quorum
con Dios.

Maldita Venus.
Creo que me he clavado todos mis Narcisos.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Vacío o lleno no me quedan vasos.

La tristeza es una responsabilidad.

Es el valor del hombre justo quien alimenta
y da hambre a un color azul pintado en los ojos,
invade los cuerpos, inunda el pecho de color,
arde despacio templando costumbre
y día a día, irresponsablemente ocupa
un lugar vacío donde se encuentra dos veces.

Vacío, o lleno de tristeza.
Nunca sé cuanto ocupa esta palabra.

Es curioso como siempre nos enseñan la felicidad,
pero es más necesario siempre, educar en la tristeza,
no es que sea nada malo, es humano.

Humanos que rellenan vasos dos veces.
Por si lo dejamos todo medio lleno.

Medio vacío, me dejo aquí,
soy un maleducado, ami nunca
me enseñaron la tristeza.

Lo más triste de todo es, que tuve que aprenderla yo solo.

martes, 4 de febrero de 2014

Como cualquier Martes

La identidad es sólo la excusa.

Pides permiso, te quitas la camisa
levantas el mundo desde la calle,
caminas como si no fuera lunes,
invitas tal vez al chico azul
que conduce en el espejo de los coches.

Andas como si fuera martes.

Bajas las escaleras
y sentencias el roce
urbano de una barandilla
con el desprecio de los pulgares.

Corres como si nunca fuera miércoles.

Habitante de la jaula de metal y grillos
tu metro sólo se distancia de una parada.

Cierras los ojos como los Jueves en la parada de La Estrella.

Vuelves como una noche sin resaca
con el oleaje plateado de la luna beis
que recita versos de soledad incomprendida
e historias que terminan cuando cierras
cada puerta del hogar que nunca habitas.

Miras con la esperanza del Viernes.

Comprender una pared pintada
la tierra de nadie, lejos de la cocina,
el trono frío póstumo de reyes y hombres,
te lavas con el frío del mármol.

Vives en el significado del Sábado.

No significa que sea cierto el fin
pero en cierto modo acabas la semana

Y te das cuenta que vives un Domingo sin Irene.

Y pasan las semanas aquí.
Como cualquier Martes.



sábado, 1 de febrero de 2014

Final

Siempre lo más importante en un poema,
es la sentencia final que decide el destino
y la serenidad de una paz más conveniente.

¿Veis? Como por ejemplo aquí.
Tenaz y decidido.

Acabo con una frase que aporte dignidad,
porque, al fin y al cabo, el punto más importante.

Es este.

El que decide la sentencia que aporte un sentido digno.
O por lo menos solemnidad al acabar de decir algo.