miércoles, 26 de febrero de 2014

El Hombre que inventó Manhattan. Diario de viaje 6

Como un voyeaur que mira como se desnuda el cielo de Manhattan.

Miro desde la madrugada como un niño
que nunca ha entendido el sexo sin el cuerpo.

O el sonido del saxo de una película On the Town

Los carteles de los nuevos estrenos
hablan de un mundo de cine, un mundo ideal,
hablan del gran imaginador que lo ve todo en NY
y rueda escenas tan repetidas como Balas sobre Broadway.

Podría ser la perfecta historia de un superhéroe.

De esas en las que el chico se sienta al final de la clase
observa a la chica más guapa y popular del tumulto
y le pica una araña que lo único que le enseña
es a trepar entre los desagües de un hotel barato
y a llorar con la puerta cerrada para no hacer ruido.

No, mi historia se parece más a una película absurda de Woody Allen.

Se parece más al beso que se da de puntillas
con el pintalabios en los ojos y la toalla de la piel.

Son las 3:30 del Jueves 26 de Febrero.

Sé que Zo aparecerá por esa puerta,
agotadísima, con marcas en el cuello de ciudad
y con la típica manta de lluvia espectacular 
digna de un gran drama de Hollywood.

Pero no es así. son las 3:30.
y estoy sentado en el mismo taburete
que hace de trono de un rey de Bronx
en un bareto de los de West Side Story.
En East High, seguramente una calle 
que me haya inventado.

Zo está en la barra, y me mira,
sabe que la estoy mirando,
sabe que no voy a disimular 
un gesto menos serio
que se conforme con un beso.
No.

Yo lo que quiero es que la sangre llegue al Hudson.

Son unos tacones de poco glamour 
los que lleva puestos, serán de bailar
tan rudamente con esta capital inexperta.

Sentado, con sabor On the Rocks en los labios,
la miro como quien espera que pase lo que pasa en las peliculas.

Me levanto, la pregunto su nombre,
hablamos tal vez de la dureza del amor,
de dónde ha estado todo este tiempo,
que la vida sólo se entiende en los parque de Manhattan,
de que tal vez sea el año de los Yankees.
de que no cree en el amor a primera vista
pero dadas las circunstancias
conmigo se aplica siempre la excepción,
Se ríe, me rió, la miro como quien mira
una sorprendida conquista de madrugada
y de repente susurra una habitación 
mis oídos dejan de escuchar la sordera
y sordidamente me coje de la mano
subimos las escaleras, pisamos la ciudad,
y desabrocha el mismo botón de mi camisa.

La misma nota, tal vez, diferente ruido.
Sigo, queriéndote, en, la, cama.

Me da las llaves de una habitación vacía,
se pueblan nuestros cuerpos y yo la desnudo.

Como un rascacielos que desnuda el cielo de Manhattan.

Espero que os haya gustado la película,
porque esto que os cuento es una invención.
suena a cine de voyeaur.

La verdad es que sigo sentado como rey de Bronx
en este estúpido taburete, con sabor a ceniza,
y la cara on the rocks imaginándome como sería
toda esta película si tuviera el valor de representarla.

Lo cierto es que actúo muy mal.

Zo se acaba su copa, se aleja de la barra y se va.
Son las 3:37.

Mirón de un cielo rascado de ciudad,
miro como se alejan esas piernas, 
pero es curioso ella se gira, sabe que la miro,
me mira, sonríe, y me hace gesto de que la siga.

Me levanto y salgo a la madrugada de East High.
Me coge de la mano como quien coge de la mano a un niño.

La pregunto que a dónde vamos pero no contesta,
sólo se que me da las llaves de una dirección,
una bala y un revolver, un clínex con un beso pintado de rojo.

Me falta la frase que culmine este guión,
pero me gusta siempre dejar los finales abiertos.

Nunca sabes lo que puede pasar tras el disparo.




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