sábado, 30 de noviembre de 2013

Los nombres siempre son historias que contar

Hay nombres que son
el recuerdo de una ira.

Belén por ejemplo.
Que me enseño los secretos
del tierno amor adolescente
lleno de dudas y naufragios,
de noches de cartas en blanco
y veranos tan soleados como
el recuerdo del primer beso,
el mismo que invade por primera vez
dos bocas llenas de dudas
y de nuevas traiciones.

Hay otros nombre que son
los primeros pasos de tu historia.

Jimena por ejemplo.
Que me enseño la confianza
y la alegría que guardan los viajes
en los trenes de Madrid.
El invierno y las botas sucias
de los conservatorios y la tradición
tan suicida como es quererse sin saberlo.

Sí. Jimena me enseño a que nunca
hay que ponerse dos veces los zapatos
antes de marcharse sin avisar,
y a mentir a los diarios que escribimos
como un regalo de otro tiempo, de otra edad.

Hay nombres que recuerdan una aventura
o sueños imposibles

Laura por ejemplo,
Que me enseño la paciencia y los imposibles
y que no se puede nunca luchar contra
corazones de papel, y esperanzas tan
humildes y egoistas que se contradicen
según se rozan esos labios.

Sí, Laura me enseño a no traicionar juicio y conciencia,
a no mentirme demasiado pronto para dormir
o tan tarde como para no quererme despertar
y no maltratar los sueños que se desvanecen
entre lágrimas y abrazos amistosos, despedidos
por los bajos fondos de Madrid .

Hay nombres que te recuerdan cada día quien eres,

Ana por ejemplo.
Que me enseño el amor, la tristeza,
la alegria, la soledad, los viernes.
Las noches interminables entre voces de teléfono,
camas vacías, y cuerpos tan distintos,
También me enseño a aprender de los desnudos
y a vivir con el sentido más estricto de la vida,
Los amores que se acaban, con el corazón
vacío, desgastado por la soberbia impuesta,
del orgullo mas callejero que un hombre
puede mostrar al querer a una mujer,
al intentar imponer su amor por encima de ella misma.

Sí, Ana me enseño, la paciencia del amor
y sus dudas negras arrinconadas
en lo más hondo de nuestro corazón.
También me enseño la sensatez
y el desorden de dos cuerpos
que no saben compartirse,
ni vivir unidos, ni morir separados.

Hay nombres importantes en cada vida,
los míos procuro recordarlos,
aprender de sus letras y apellidos,
a convivir con ellos aunque a veces
duela más la propia vida

que lo que nos queda de ella misma.

Hay nombres que son pedazos de otras vidas.

Irene,vida mía, por ejemplo,
no me pertenece a mí,
tampoco al tiempo o la memoria.
Este pedazo de piel entre pieles
de habitaciones separadas
de inexistencia
o no saber si estuve allí
o cierta torpeza a la hora de abrazarte
si te vas.

Todas aquellas cosas que nos recuerdan cómplices.
Si esque alguna vez hubo complicidad,
o tan sólo complaciencia.

Son tan parte de mí
como el coraje que me falta.

Esos trozos de historia íntima,
de temprana enfermedad
existen en fragmentos de nosotros,
de los otros sin nosotros.

Por eso hay nombres que nunca se me olvidan.
Por eso sé, que yo me llamo Alejandro.



viernes, 29 de noviembre de 2013

De ciudades habitadas

Canto a la cólera y a los hombres
pero,  también te canto a ti.

Tú habitante de ciudades  deshabitadas
héroe nocturno de la luna de los taxis
corazón de las miserias callejeras.

También te canto a ti.

Puede que tu historia, habitante,
no sea distinta de las grandes gestas,
que tu vida sea una leyenda repetida
entre olas de asfalto, rascacielos olímpicos,
caprichosos con sus cielos temerarios del cemento,
titanes urbanos.

Uno de tantos y distinto de tan pocos.

Y tu historia, habitante, fundará nuevos mundos,
mundos de automóviles y calles estrechas
de tranvías breves, vagabundos de raíles,
de políticos de barro,
de televisiones cotidianas a partir de las tres.,
de revoluciones impuestas por aquellos
capaces de renunciar a sus sueños.

Quiero decir, habitante, que tu odisea
no será distinta de aquellos viajes
inspirados por musas clásicas.
Seguramente tus sirenas duermen
en los vasos ahogados de los bares,
tus reinos dominaron habitaciones
con números de hotel y noches mal pagadas.
Y el amor este amor tan trágico
vivirá más allá de los aeropuertos
y el azar de sus aviones.

Habitante, viajero, hombre,.
También te canto a ti.
Aunque ya no queden héroes
ni ciudades que fundar.


Puede que la poesía sea una forma de orgullo

Puede que la poesía sea
una forma de amor propio
del inevitable aislamiento
que sufren las palabras
al pronunciar tu cuerpo,
al atarme las manos
cuando digo que te quiero.
No conozco otras formas de orgullo,
tampoco las razones de vivir sin ti,
sin poesía, sin ojos y sin manos.

Puede que sea una forma de orgullo
o del amor más descarnado y cruel,
-La poesía digo, y tú- alomejor
siempre esperamos más de lo que llega,
algunas otras veces no conformamos
con escribir esa forma de sufrimiento
de la misma manera que esperamos
que alguien nos lea por las noches.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Tierra de Nadie


Es una patria difícil la nuestra.
No conoce la fatiga del idioma
sus fronteras cerradas.
Tampoco conoce el idioma de la lluvia
de los cuerpos arrastrados
contra las fronteras sórdidas
que separan el beso tan extraño
y ambiguo de nuestros mundos
Una frontera no conoce de cuerpos
no te conoce a ti, las fronteras siempre
son tierras extranjeras hasta para
los habitantes más salvajes de sus casas.
Pero yo aprendo a viajar cada vez
que me llamas por teléfono
cuando me perdonas la aduana
y tu habitación se parece a los hoteles,
llenos de personas desconocidas,
frías, insolentes y grises, sin patria ni frontera.
Alomejor es que me conformo con tenerte
como origen, o como causa digna de mis viajes,
Siempre lejos de ti, pero cuidado con himnos
y banderas tomadas como excusa.
Aprendes a amar un país cuando amas a su gente.
Yo te amo a ti, me gusta entenderte como un hogar
al que poder rendir cuentas, por el que tomar tierras,
por el que vivir con la esperanza de cruzar sus fronteras.
A veces un cuerpo se puede entender sin papeles
pero nunca sin orgullo o pertenencia de su tierra.
No hay emigrante más extranjero
que aquel que no aprende amar sus raíces.
Pero no hay hombre más solidario
que el que aprende a compartir contigo su corazón,
Sin patria ni fronteras.
Como tú cuando me llamas por las noches
y yo finjo estar cerca de ti.
Aunque tu cuerpo a veces me parece un viaje
cansado y muy lejos de mi.
Es un país difícil el tuyo,
sin mar, sin otoño, sin soledad.
Nadie lo conoce, pero todos lo quieren tocar.



La pertenencia no es un lugar, es un espacio en la memoria

Pocas cosas me pertenecen ahora.
Aprender a vivir en silencio,
cerrar los ojos,
imaginarte desnuda.
La memoria es un testigo insolente
no perdona al cuerpo, siempre pregunta
las dudas más verdes de tu ojos,
separa el frío más doméstico de tu boca,
y silencio, silencio, siempre ha sido silencio.
Intenté buscarte al sur de mi cuerpo
pero ya no estabas, y aquí siempre es otoño
todo el año, enfermo y amarillo, papel gastado.
Pocas cosas me pertenecen ahora,
Tú me perteneces con los ojos cerrados y de noche.
Yo intento aprender a vivir sin ti de día.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Tiempo de segundas conclusiones

Porque a veces el mundo cabe en dos palabras:
Te quiero, te odio.

Yo nunca pedí ser fiel a mis principios,
pero debe ser que la vida tiene más sentido
si aceptas con dignidad sus finales.

Otro año en la distancia.

En parte comparto tus decisiones.
La religiosidad de tus Domingos,
charlas con etiqueta de café
decididas a preguntar que se bebe
cada uno de su vida, de tu marcha.

Pero hoy es Domingo, y tu cuerpo no está aquí.

Aunque forme parte de la monotonía
de las gotas en la acera, y no sepa
esperar la lluvia el cerco del otoño,
sus hojas secas, su asfalto gris.

En parte entiendo tus decisiones,
La fatalidad de tus palabras,
el hueco de Diciembre en la cama
distante de fiestas y regalos.
-Madrid este año arderá entre sus luces-
Porque puede que el invierno
nos traiga sus regalos envueltos
de tabaco, charol, y tacones rojos.
Tal vez el glamour no sea suficiente
para engañarnos y calmar otro
año de decepciones personales
y fatigas en el retrovisor.

Porque la distancia es algo
que se carga en la maleta
y se lleva por desprecio en los zapatos.

Al otro lado de los viajes extranjeros,
fundados con los ánimos de amarte.

Otro año sin irme, que te vas.


De ``La Orquídea´´

martes, 26 de noviembre de 2013

Lectura ligera

Sólo un poema es bueno
si está manoseado de recuerdos.

Como un hombre agotado
siempre vuelve a casa.
Visita sin avisar,
llama a la puerta
y pide nostalgía y treguas.

La franqueza de su interrogatorio
siempre nos pide exámenes de conciencia
y dolor de los pecados.

Los mejores poemas son penitencias de otros.

No se ajustan a la verdad
siempre se ponen de parte del otro.

Hablo de ti lector,
que me lees y entiendes este dolor
a través de mis palabras.

Puedes llegar a sentir la asfixia
que existe entre una coma,
y un punto al final del verso.

Que sentencia.

Que elige su propia palabra
para decidir si empieza
o si se deshace.

La poesía es la voz del otro.

Y yo nunca se ponerme en el lugar de los demás.
Sobretodo cuando soy yo mismo quien me leo.

Ítaca

Nadie sabe como volver a Ítaca.
Pero me gustaría que cuando regresara
después de tanto tiempo, tuviera el valor
de atravesar la misma puerta que abandoné.
Aquí donde empezó todo hace 20 años.
Estas son las palabras con las que acabaré.
Sin embargo antes, déjame contarte todos
los viajes de mis años cobardes,
de distancias pronunciadas en mis ojos,
rincones de gigantes y ciudades prestadas,
porque aunque cerremos las manos
de amistades difíciles, así hemos
vivido lo nuestro.
Me gustaría hablarte de héroes
donde la historia no juzgue
la piel de sus nombres.
Te contaría una y otra vez
las noches que pase escuchando
en puertos conversaciones de sal.
Y aun así, después de tanto tiempo estoy aquí.
Será que volver siempre es difícil
aunque nunca nos vamos del todo;
pero puedo asegurarte que lo intentamos,
Que a veces regresar demasiado pronto a casa
supone que ya sea demasiado tarde.
Seguramente no abra la puerta,
tal vez nada lo impida, pero no soy nadie –aquí-.
Donde empezó todo hace 20 años.



Poema Sacado de la colección ``La Orquídea´´

1994

As we grow up we learn that the one person that was never supposed to let us down probably will. You'll have your heart broken, and you'll break others hearts. You'll fight with your best friend, or maybe even fall in love with them and you'll forget that time is flying by. Life comes with no guarantees, no times outs no second chances, you just have to live your life to the fullest. Tell someone what they mean to you, and tell someone off. Speak out be sincere, and say it with conviction. And never forget where you came from, cause when you do its a long road home.
http://www.youtube.com/watch?v=jCrm7CKTZZQ

lunes, 25 de noviembre de 2013

Tristia

Los hombres tristes no saben amar.
No saben pedir permiso.

No conocen la sonrisa de sus actos,
las dudas calientes que ofrecen
sus caras sentadas en la lluvia.

Te prometo que yo no soy así.

No sé mirar si llueve,
tampoco pido permiso.

Acostumbrados a la fe
nunca fueron hijos de Dios.
Fueron los hijos del tiempo
y las miserias quienes acorralaron
la tradición de los Domingos.

La tradición de un cuerpo inventado
explica muchas veces una historia personal,
tantas veces explicado el mundo.

Tantas veces acostumbrada una sonrisa.


sábado, 23 de noviembre de 2013

Irene

Hay nombres que se corrompen según los dices.

Alejandro, por ejemplo, no sabe amar,
tampoco sabe perder, nunca supo,
y tampoco supo nunca pedir perdón.

Siempre pidió, y todo se lo dieron.
Es un nombre egoísta,
y demasiado largo para compartir
con los demás.

No existe ni verdad ni belleza en ese nombre,
Tampoco él entiende que existe gracias a
que dibujado toscamente, ella le da vida.

Y ella, le dibuja feliz y extraño.

Ella no entiende a Alejandro.
Pero sabe amar.

Supo quererle incluso cuando él,
egoísta, no la quería.

Hay nombres que viven dudosos en fotografías.

Viven en nosotros como camas sin hacer,
tardes de calles estrechas en Madrid,
y rumores de peleas y reconciliaciones
entre andén y andén.

Metro a metro.
Mirada a mirada.
Labio cuerpo.
Mano muslo.
tú o yo.

Ella.

Tiene un nombre que corrompo cada vez que lo digo.

La hago pequeña y gris,
casi como una palmada sorda.
No se amarla, sólo se hacerla daño,
debe ser que no me enseñaron
otra forma de amar.

Y la imagino.

Desnuda y llena de vida
envuelta en lágrimas,
porque no entiende a Alejandro.
No entiende que incluso cuando
la mira sin mirarla,
aunque ella sabe que la mira,
Piensa que la odia
como quien odia por despecho
o ignorancia.

Nunca la escribió poesía.
Y debería odiarle.

No sintió la necesidad de confesiones
ni amor del que se vende envuelto
en mil historias, historias que construimos
para explicar porque nos queremos.

Y la verdad es que Alejandro la quiere.

A Ella.
Aunque nunca la ha escrito poesía.

Debe ser que la poesía es otra forma de amar,
despacio, con palabras perfectas y momentos
deliciosos.

Pero Alejandro nunca entendió
que la delicia de sentirse dibujado
en su sonrisa mientras,
pequeña y libre,
le abraza a pesar de su memoria.

Es la única palabra escrita que vale.

Por eso nunca le pongo el nombre
a la persona a la que escribo poesía
en mis poemas.

No quiero corromper tu nombre.





viernes, 22 de noviembre de 2013

N-303

Las ventanas cada noche son
como lobos solitarios.

Acechan la calle igual que a una presa herida.

No importa la luna, ni la manada gris
que se proyecta insignificante en la pared,
Nada les importa ya.

Suena el eco borroso de las farolas
y la gente se esconde en sus ventanas.

Igual que una ventana herida.

El último búho de la noche conduce
despacio su autobús.

Yo también he vuelto como tú,
con la cara pegada al cristal
y la sensación de que siempre
me olvido de algo en la parada.

Me olvido de todo,
no tengo memoria para los horarios,
y los bancos a estas horas son como
bocas afiladas dónde pensar,
pensar y darse cuenta del dolor
que sube a cada parada.

No hay nación aquí.

Todos somos iguales
cuando escribimos el nombre tembloroso,
en el vaho,
de la persona que viaja sin nosotros.
Pegado al cristal,
como una memoria dudosa
que juega entre luz y luz
y el botón de: Parada solicitada.

Nunca se cuando bajarme,
en que momento levantarme
o cuando interrumpir el viaje
de los demás.

Es tan difícil solicitar una parada.

Sobretodo porque nunca se dónde me bajo.
Sobretodo porque nunca se si me acecha
algún lobo solitario entre estas fachadas.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Azul turquesa, casi beis.

El invierno es un lugar difícil,
siempre cálido en su distancia.

Igual que tu cuerpo, difícil.

Nunca he sido un hombre de palabra,
siempre he intentado evitar
decir la verdad.
Aunque la verdad es, que nunca
he sabido si de verdad he sido hombre.

He sabido tener frío,
hacer la cama después de que te vayas,
aunque sea una decisión privada,
fundada en la intimidad, difícil,
de un hombre de palabras necias
y oídos      .

Entender la vida como un invierno nunca es fácil.

Hay que saber tener frío.

Conocer, la disciplina de las bufandas
y los abrigos obligados.
Habitantes de cuello y cremallera.
Lentas pieles del invierno,
que viven en nuestro cuerpo,
casas vacías de gente
pero llenas de personas.

Nunca se que abrigo ponerme cuando salgo a la calle
ni cuando estoy contigo.

No tengo frío,
Ni disciplina,
Lo juro, soy un hombre de palabra.

Y aquí hace invierno, en el mismo lugar en el que me encuentro todo el año.







Ensayo sobre un ensayo

El ensayo es aquel género literario que no pretende abordar un tema en su totalidad sino proponer y defender la visión personal del autor sobre el mismo.

Ensayo sobre la retórica

Y entonces dijo, y su palabra fui.

Ensayo sobre la poética

Entonces abrió las manos y comprendió que todo aquello era terrible.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Siempre es tarde cuando se trata de mí.

El calor de mi cuerpo, se mide
por la distancia quemada de tus ojos.

La vergüenza de saber que cada vez
que intento sonreír, me recuerdo
mentiroso enfrente de ti sin saber
ser yo de verdad.

Tu yo más íntimo.
El que te entendía a pesar
de mis mentiras.

Yo, que sólo se vivir mi propia mentira.
Mí talento innato para hacerte daño
y rechazarte, aún sabiendo que si
me decías que sí, si me decías que me querías,
Salías perdiendo y yo ganaba.

Nunca he sabido ganar.
Y lo más triste.

Nunca he aprendido a perder.
a perderte a ti.

Que aunque piense que esta carta
va dirigida para ella, los dos sabemos
que hablo de ti.

Hablo del miedo, de las dudas y del odio.
Hablo de amor y sufrimiento.
Hablo de la noche en la que compartimos
un abrazo y yo sentía que en el fondo
siempre te importado y yo sólo pagaba
con una habitación pequeña y fría,
y un corazón despacio,
temeroso de la imagen desnuda de tus ojos
enfrente de mi cuerpo tembloroso
sujetando tu cuerpo contra el mio,
como una antigua diosa atrapada
en el cuerpo de algo tan dulce...
tan frágil que el simple hecho de tenerlo
entre mano y mano,
entre cadera y muslo,
entre labio y carne.
Rompería la pureza que existe
entre dos cuerpos tan sucios,
que aunque no admitan que se quieren,
estarían dispuestos a amarse,
negociando treguas y fracasos
o un cuerpo al que dominar
incluso con el miedo y las dudas
de esta habitación cerrada tras de ti.

El amor y el odio,
sólo son negocios.

Sólo es un negocio si aprendo a tratarme
con odio, nunca he sido valiente.

Nunca he admitido que te quería,
no sé si por miedo, o porque
el amor y el odio nunca me han enseñado
a ganar, siempre he vivido sabiendo.

Que perder es la única forma de vida que conozco
para odiarme y saber que te quiero.

Aunque siempre admita que te odio.
Porque siempre me odiare más a mi.