viernes, 27 de junio de 2014

Nikon D3100

Mides la oscuridad con decibelios,
la música pactada es como la inquietud en un poema.

Siempre sabes que decir para guardar
armonía en cada nota tocada en la palabra
igual que se escribe una fotografía con colores
y la metamorfosis es una literatura antigua
a la hora de ver el blanco o el negro en el papel.

Guardas los pedazos del mundo en instantes a color.

Alejandro es un nombre de 3 palabras,
es una guitarra triste con cuerdas estrechas
para sonar más sucio que el silencio de los muebles.

Una sintonía antigua como la radio de los coches,
así decides las conexiones y el tráfico, un beso de metal,
con la sombra de la que se habla cuando me hablas
de una película rodada en 4\3.

Añoro el deseo igual que un dios castiga al autor del mito.

Y aún así, aprendes a coger la cámara desde el objetivo.

Ver el mundo,
compartirlo,
desmontarlo,
escribir una frase en la pared.

Y explicar el mundo como si lo que ve el ojo fuera cierto.
No es nunca nada cierto si lo ve el ojo que espera que veamos.

¿Te has preguntado alguna vez por qué no nos saludamos?
¿O por qué nunca nos despedimos?

No sé despedirme nunca de ti.
Ni decirte hola.

Me resulta violento ser consciente de que cuando me miras así:
Fuera de campo.

No hay cuadro suficiente para entender que falta siempre color
en todas mis fotografías, parece un ejercicio continuo de memoria.

Pero el color es a veces un nombre distinto al mio, de mujer.

martes, 24 de junio de 2014

Lectura Ligera

Pesa la ley que cae por la gravedad de tus palabras.
Voz severa, cuerpo disciplinado.

Lees igual que piensas cuando lees.

Sin pensar en que estás diciendo,
cuando lo que dices existe
por la gravedad y la aspereza
de la saliva que cabe en el cráneo
leyendo en voz alta dentro de tu ropa.

Quítate los ojos para pasar aquí dentro.
La lengua besa el iris al recorrer lo obvio.

Palabras que son tinta comprometida de la sangre de un libro.

París sangra igual que Madrid en sus calles
que no se te olvide Max.

Ahora que todo lo ves y el braile es una lectura ligera de un cuerpo desnudo.

Un cuerpo aprendido a leer sin palabras.

lunes, 23 de junio de 2014

Pies negros

Aquel fuego extraño quemaba sin hogar.

Y no lo juzgo por querer arder así
tan primitivo en su odio rojo
al detenerse en la carne goteada
del color que pinta un primer beso
cuando se da desnudo.

Yo doy desnudo un uso distinto a los hogares.

Conozco las banderas y los pueblos
que han muerto por una mujer distinta,
juventud, ideal y belleza.
La revolución siempre se impone
con la misma pasión con la que se ama
a alguien que sólo existe cuando nadie
vigila el baúl sediento del cráneo.

Los huesos negros de los cuervos no distinguen
las alas blancas con las que el polvo inunda la nariz.

Es inútil preguntar dos veces el nombre a alguien fatigado.

Lo que es eterno, el placer, la muerte y la costumbre,
pueblan hogares sedientos del sexo del interior de la ropa.

Tu interior huele como un crimen perfecto.

¿Has preguntado alguna vez al silencio como suena así?
Así cuando me quito la ropa, desabrocho los hogares,
y el fuego es más rojo cuando el cráneo no está enterrado.

Hachas de guerra para los cuervos.

Piel y sexo para los hombres descalzos
que bailan la lluvia igual que un indio,
nativo y sabio como una palabra de tierra
dicha desde el mundo.

El mundo de alguien fatigado y sin amor.

Hablo del amor que puede tener un indio a sus zapatos,
oprimido y con la misma libertad proscrita de un salvaje,
sin oeste, ni tierra que dominar con una cruz o una costumbre.

Acostumbrado a llorar lluvia y sangrar alas blancas.
Salvaje educación de mujeres fieles al castigo de las madres.

Clavado en la pared y con iniciales en vez de nombre.

Ilustre
         Nombre
    Redentor
                    Inamovible.

In G minor y sin Adagio.
Claro, como la luna.

Feroz animal educado en la paz griega.

Mi testimonio es tan antiguo como el odio que se enseña a un hijo
que nunca ha entendido, la fatalidad severa del que nace sin padre.

Salvaje y moldeado con el barro y la sangre de las alas blancas de tu lluvia.

Mido la paz en pies.
Conozco la guerra blanca de la piel y el mito.

Decirte así. Incitando a la paz, buscando el mismo honor con el que se muere en la guerra.

Besa la cicatriz negra de los huesos con los que un día te ame
y te queme con el mismo rojo, con el que nace el oeste
salvaje y solitario desenterrando del cuerpo marrón.
El cáncer inamovible, de la redención de tu nombre ilustre.
Pido perdón Padre, pues ella es pecado.

Te escribo pagano con la misma neutralidad, que una pisada ennegrecida por su huella.

viernes, 20 de junio de 2014

Iusnaturalismo

Primero te toco con los ojos.

El acto de la ropa arrugada es un derecho natural,
nacidos con el mismo botón desabrochado
a la hora de amar siempre te toco por encima.

Encima de la ropa hay manchas de pudor.

La vergüenza con la que se miente a alguien sin oreja
es el diente severo de la frase que incita a masturbar
tal vez, la imaginación o la fe que se tiene en consumir
los cuerpos como hijos caníbales de un padre hambriento.

Piensa que la suciedad de la boca se lava con jabón.

La tradición de la lencería como medida de todas las cosas.
Todas las cosas que nos ponemos y nos quitamos.

Excepto la tradición de sentirse mortal sin la ropa.

He visto gusanos corromper manzanas más civiles.
El acto es en sí abdicar en favor de la carne
permitir que la generación no se implante por edad.

Es más justo así.
El padre entrega al hijo y así nace la nación.

Hay banderas que dividen países
pero mi piel sobre la tuya no conoce asta.

Puedes pensar que aquí soy el rey
pero es un derecho que me negaron al nacer.

Y la verdad lo prefiero así,
prefiero decidir a quien le doy las llaves de mi casa.

Porque sé que de otra manera, nunca me abrirían la puerta.

domingo, 15 de junio de 2014

Apartheid

Cito las ciudades de memoría.

Alfabeto urbano de gente provinciana
es la íntima vida en la delgada línea
donde no me conoces, aquí.
También existe la nostalgia.

No es la nostalgia que se siente
por no pertenecer a una frontera dividida.

Tampoco es la ropa compartida
en los armarios o el desorden de los números
que viven plantados en vertical.

La planta de los pies edifican hogares
allí donde nunca nos pisaron.

Te hablaría del sudor con el que se dan los nombres.

Pero no, el odio es otro tipo de nostalgia.

La memoria de las ciudades,
los kilometros cero,
las plazas embusteras que no saben mentir
como quien dice su verdad
sin el entrañable juicio
de las palabras de una madre
al interrogar los párpados incómodos.

Desnudarse no sólo consiste en hacerse las preguntas acertadas.
Sino convencer por el mero placer de excluir
una palabra distinta a la impaciencia de otra habitación.

Orgullo y prejuicio.

Hijo agradecido con el pudor
desabrochado de un primer sexo
dominante y exigente a la hora de besar
siempre la misma piel blanca.

El racismo consiste en no aceptar otro color a la hora de hablar.
Pero también, es una forma de nostalgia.

No siempre son blancos los ojos a la hora de odiar.
Piensa en cuando te odias a ti mismo.

Siempre te miras negro, desde dentro.

sábado, 14 de junio de 2014

Cantera

El odio y la paz son un negocio de la indulgencia.

Me gusta que me mires así, con odio,
los ojos una vez tallados en lo blanco
son las llaves de la casa una vez
que toca devolver las cerraduras.

Hija de la ira.

Muerdes con ojos de medusa.
Piedra para la vergüenza.

Mírame así eternamente Medusa.

Con el mismo odio con el que se mira la paz injusta
porque no queda más que un acuerdo silencioso.

Tú me miras, y yo hago como que soy de piedra,
por si alguna vez hay que tallarse y observar.

Que corazón sin ojos, cabeza de serpiente.

Piedra a piedra.


viernes, 13 de junio de 2014

Rigor Mortis

Follar sucio.

La misma ropa repetida detrás de la piel,
escupir las palabras que no decimos en público.

Erótica es la única ética conocida del placer.

Volver a morder la manzana sin sacar el veneno,
el jugo exquisito del cadáver blanco después
de sacar las uñas aún clavadas en la espalda.

Tocarte así es una autopsia fatal .

El pecho aún guarda sudor
y no sabe apagar el color rojo de los labios.

La vergüenza es la intimidad pactada con el otro.

Lo que ves o dejas de ver
depende de la suciedad de la ropa.

Por eso intento, siempre que voy a follar contigo,
plancharme la camisa.

No sea que pienses que soy un chico sucio.

miércoles, 11 de junio de 2014

Robinson Crusoe

He mirado desde el mar con ojos de sal.

Sus ángeles azules muerden igual
que la bilis blanca sazonada con piel de resaca.

El mismo beso que el de una sirena de verano.

Los faros pactados, para ordenar de arriba a abajo,
las paredes sujetadas entre la roca y los labios grises
que estallan violentos con la misma calma que un desnudo.

Devuelve a la tierra su manzana podrida el hombre.

No es justo querer caminar sin quemar los veleros,
esta ciudad sumergida habita en el mito igual
que se promete una caja humana a un titán eterno.

Ítaca siempre será tierra de nadie y lugar de todos.

Vuelve al destierro con la paciencia meditada
del que ha sido echado del salón por no respetar los cojines.

Es la misma habitación con serpientes diferentes.

Mirarte a la cara y entender a la piedra
inerte y callada, silenciada por la estatua.

Me miras igual que un desnudo, no puedo tocarte.

Dime, ¿Con cuanta rabia te has erguido?
¿Tu orgullo es el mismo o vendes una verdad distinta?
Un cuerpo sin vergüenza pero con la misma decisión
apropiada para respetar los arañazos dibujados en los brazos.

Polvo blanco y ángeles de cocaína.

El hogar es el mismo para alguien extranjero.
La diferencia sólo radica en que dices
después de decir hola, ya estoy aquí:

Soy el mismo naúfrago que vivió con Viernes.

Tengo las manos blancas y el corazón negro.
No te preocupes debe ser la mancha de los gramos.

miércoles, 4 de junio de 2014

Correcional

Los pies de plomo para que la sangre no baje a la cabeza.

Arriba las palabras huelen a cerrado
te dicen tan pretérita como un beso
dado con la espalda del retrovisor.

No extiendas las mejillas.

Las monedas siempre con dos cruces
porque no sé mirarte a la cara.

Un nombre, es una excusa que ponemos para conocernos
desde fuera de nosotros mismos, hacia los demás.
Dos nombres son caras siempre de la misma moneda.

Llamarte así, como yo te llamo, es una responsabilidad.

Es la misma intimidad que se tiene sentado a la mesa
preguntándonos porque el salón es está fiera sin domar.
Basto, inmenso, como si no tuviera infancia
y su voz fuera la cadena sujetada de los parques,
habitados por niños de cordones desatados.

Hoy, arena compartida entre el fondo de los cubos.

Debe ser que crecimos siempre así, imitando.
Imitando las paladas entre castillos de princesas
criadas en las cortes de las jaulas de plástico chino.

Nuestras rutas nunca trajeron seda
era un color distinto el de las rodillas peladas.

Lo dices, como si alguna vez hubieses sonreído de verdad.
Estas canchas son un patíbulo violento en el que aprender.

Y yo pretendo aprender a besar igual que si tuviera 5 años,
con la misma curiosidad con la que nacen las cigüeñas.

Y un nombre vale, lo que cuesta dejar un rastrillo.
No termino de reinsertarme nunca, soy un chico complicado.

Rompo peonzas porque nunca se me dio bien saltar.



domingo, 1 de junio de 2014

B3

Tengo 20 minutos para no saber quien eres.

Te subes con prisa de periódico,
los labios pintados de universidad,
la misma piel cinematográfica y decidida
acostumbrada a la alfombra roja de estación.

Como un voyeur sin vocación, no tengo gafas.

Debes de ser como acariciar el cuadro de un paisaje,
con el mismo color real y permanente de una fotografía.

Y aún así sabes, que las vías no son las únicas que te miran.

Femme Fatal guardada en una vieja caja de latón.
Al menos sabes perdonarme y no delatar que soy torpe
entre el traqueteo y la gente dispuesta a compartir
su intimidad, aunque sea por educación de 10 viajes.

La línea 9 es una línea muy delgada.

Y me da igual,
no tengo prisa y tú tampoco nombre.

Extranjero ferroviario siempre pueblo el mismo yermo.

Pero siempre te miro igual:
Torpe,
educado,
con menos de 10 viajes,
delgado.

Y con la misma vocación del que tiene 20 minutos
para no saber quien eres, ni como te llamas.

Sólo sé que soy siempre el mismo chico zurdo
que se baja después de ti, y con las gafas apretadas.

En la próxima estación