domingo, 15 de junio de 2014

Apartheid

Cito las ciudades de memoría.

Alfabeto urbano de gente provinciana
es la íntima vida en la delgada línea
donde no me conoces, aquí.
También existe la nostalgia.

No es la nostalgia que se siente
por no pertenecer a una frontera dividida.

Tampoco es la ropa compartida
en los armarios o el desorden de los números
que viven plantados en vertical.

La planta de los pies edifican hogares
allí donde nunca nos pisaron.

Te hablaría del sudor con el que se dan los nombres.

Pero no, el odio es otro tipo de nostalgia.

La memoria de las ciudades,
los kilometros cero,
las plazas embusteras que no saben mentir
como quien dice su verdad
sin el entrañable juicio
de las palabras de una madre
al interrogar los párpados incómodos.

Desnudarse no sólo consiste en hacerse las preguntas acertadas.
Sino convencer por el mero placer de excluir
una palabra distinta a la impaciencia de otra habitación.

Orgullo y prejuicio.

Hijo agradecido con el pudor
desabrochado de un primer sexo
dominante y exigente a la hora de besar
siempre la misma piel blanca.

El racismo consiste en no aceptar otro color a la hora de hablar.
Pero también, es una forma de nostalgia.

No siempre son blancos los ojos a la hora de odiar.
Piensa en cuando te odias a ti mismo.

Siempre te miras negro, desde dentro.

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