miércoles, 30 de julio de 2014

TDT

Cualquier tiempo remoto funciona a distancia.

Distancias separadas.

Tengo distintos lugares para colocar
todos los desordenes que  no termino
de recoger.

Recoger una habitación y vaciar el armario.
Poner las zapatillas en la ventana,
la ropa tendida en la silla que gira
izando las banderas semanales
de los pantalones bajados
y las camisas a la fuerza.

Nos ponemos siempre la misma ropa para no equivocarnos de persona.

Etiquetas para valorar más las distancias,
marcas en la ropa para cuidar mas la piel,
parecer una extraña serpiente
en la fauna salvaje de una habitación
cualquier Martes.

Cazar trofeos para, tal vez,
quitarte el desorden y parecer
que todo es correcto así,
desde el caos, un perfecto orden imperfecto.

Mudar es una disciplina de sangre fría
hace falta mucho calor y tal vez alguien
que abra la ventana, se siente en la silla,
y me baje los pantalones a la fuerza.

Dicho así, suena salvaje, furtivo y animal.

Cuando abro las habitaciones,
cuando huele a cerrado en mi memoria.

Te pienso así, salvaje animal furtivo.

Sin pantalones, y con mi camisa, en otro orden de cosas.

Aunque no se puede ordenar nada así,
no te encuentro debajo de la ropa.

Extraña piel remota, puesta a distancia.

Separada.

En cualquier habitación también amanece dócil
una luz amaestrada con el plomo de las pupilas.
Pestañas arriba. Melenas que delatan sexo o soledad.

Solamente sexo practicado solo, solamente.

Te delatan las manos, todavía no has cogido nada de la silla
y pisas las ventanas con los ojos, resolviendo dónde colgar
el siguiente par, que aparente que eres un animal embrutecido.

Violencia en las uñas cuando no tienes a nadie que morder.

Nada que objetar, huele a cerrado, coges el mando
enciendes el televisor, separando la distancia otra vez.

Remotamente.

Rutina de animal herido, terrible depredador bípedo.
Rey de la selva del sofá.

Haz la cama, nadie va a venir a deshacerla por ti.

Este cuarto huele a cerrado cuando tú no estás.
Y cuando ella no está, no huele a nada,
no te das cuenta de que nunca a estado aquí.

Te toca levantarte otra vez a cambiar de memoria
a esta no le quedan ya más pilas.

Huele a meada.


lunes, 28 de julio de 2014

Occidente Medio

Siempre ha sido el villano.

Nómada de hogares sin ordenar,
eres carroña de neutralidad fotográfica.

Un pensamiento para una casa vacía.

Tus gafas reflejan una vista cansada,
mayor, como comprometida con el tiempo
y la experiencia de quitarse las lentillas
para ver mejor, sentir que la juventud
es un estado con el que pasa la vida
en las retinas y se dice con el olor
      de un cuerpo sobre otro.

Mueble sobre mueble.

El sabor de la cocina cuando
preparas todas las trincheras
y la guerra civil se impone
solucionando la hermandad
de las cosas necesarias.

Cosas necesarias: Un cepillo.
El sofá, camas sin hacer,
cuartos de baño públicos
y privados.
Salones negociados en la paz y la quietud.

Banderas sin asta para una cena fría.

Que cotidiano es vivir así, en conflicto.
Como si fuera necesario estar descontento
y agradecido con la patria de los calcetines descalzos,
las lavadoras almirantes de sangre de jabón.

Instruir una secadora por si me salpico.

La guerra hace al hombre y también hace habitaciones.

No necesito entender más una frontera
es una línea que separa lo obvio.

Aquí estás tú. Y aquí,
nunca estaré yo.

Las líneas no son justas nunca dan dos partes iguales.

Si esto fuera justo, si fueras justa como está línea del suelo.
No sería necesario estar aquí o allí, ni en el medio.

Sería obvio que no necesitaríamos dos partes iguales.

Que humillación tan desigual para alguien que no le han dejado elegir bando.
Alguien que no puede decidir si está contigo o contra mi.

Contra yo. Jamás.

Practico un nuevo terrorismo. Hago apología de tu habitación sin ordenar.






domingo, 27 de julio de 2014

Carne de gusanos

Fiebre de Luna primogénita de Agosto.

Almacenas luz industrial.
las estanterías del calendario
son celdas para números inexpertos.

Ningún número aquí resuelve la suma de los anteriores.

Los cuerpos tienen el color de la carne.
Pero dime Luna: ¿De qué color puedo esperar un cuerpo celeste?

Tengo carne en el cuerpo.

El color, quiero decir,
la pintura con la que rozo piel
y comparto los rostros lentos
acostumbrados a mirar sin que
nadie me lo pida.

El color carne es parte de cualquier cuerpo.




sábado, 26 de julio de 2014

Un silencio de blanca, dura lo mismo que una blanca

Tu nombre es lo más parecido
a un botón desabrochado que conozco.

Te quita años del nombre.

Tiempo, y ojeras en la ropa tendida,
alzada, entre el hueco que dejas
entre la piel y el hueso.

Te quito nombres porque me faltan años.

¿Alguna vez has cerrado un libro sin leer?
La historia es independientemente de ti
de que tu creas que no leerla es un acto
de rechazo, por una parte, por mi parte
rechazo leer todo lo que cierro.

Ábreme la puerta, soy yo, abre.

Y deja todo cerrado si paso
y no me quedan años, ni ropa que tender.
 Me leo todo lo que me dices.

Es un idioma complicado ser mudo.

Dices de todo y nadie te entiende.
En realidad son ellos que no te escuchan,
que no saben que el silencio también es una lengua sin dientes.

Hablas con la puerta y no te deja pasar.

Es normal, la madera es muda
y la resina y el polvo no alivia los pomos,
huele a memoria.
Humedad, ojos cansados y días de no existir.

Pero sin embargo existes, lo dice aquí,
al lado de tu nombre, en el diccionario.

Busco tu cuerpo aquí para que me defina.
Para ser más exactos con la lengua.

Las palabras sordas y los labios necios.

Carla, ¿Dónde está tu nombre?
Creo que esta aquí callado.
sin decir nada, pero sin embargo,
lo dice aquí, ¿Ves?

Me falta decir(te)lo en alto y que nadie me conteste.

Es un ejercicio de estilo literario.
Tú aquí no puedes decir nada,
eres muda, como una H complicada.

Yo lo digo todo por ti
cuéntame los dientes.

No me caben en la boca más palabras.

Pero piensa que es normal que no te deje hablar(aquí)
Si no, piensa en que dirías.

Desabróchame el botón, o busca tu definición en el diccionario.

Es un idioma viejo el de la ropa tendida
y las lenguas desabrochadas.

Lo sé, porque lo he buscado en el diccionario.

Pero aquí no dice nada de como te llamas.
Lo único que pone es:

silencio
nombre masculino


  1. 1.
    Estado en el que no hay ningún ruido o no se oye ninguna voz.

  2. 2.
    Ausencia de noticias o palabras sobre un asunto.



Pausa puntual. Grito silencio en alto.
Que contradicción.

lunes, 21 de julio de 2014

Carla

Carla no conoce la palabra ojala.

Ella es un invierno propio,
un pequeño pellizco sujetado
en las decisiones o las sonrisas.

Nunca piensa lo que dice,
porque se dice ella siempre para sí

Un puñado de Atrezzo para disimular la vía.

Una nube por cada ojo,
un cielo mirado desde la cocina,
o desde los escaparates de Madrid.

Escaparse, huir, es un acto de exilio personal.

Te alejas de ti misma porque la paz es para los cobardes.

Y yo cuando te miro así, frente a frente,
y tú me dices que no te gustan que te miren, así,
de ojo a nube, desordeno los cuerpos.
Pongo un beso donde no debo,
o te sujeto de las manos contra la pared
como si ser un rehén fuera algo complicado.

No existen para ti momentos erróneos, sino fueras de lugar.

Eres así de triste porque el invierno te hizo blanca,
Complicada soledad una vez bisiesta cada 4 años,
los naufragios oportunos para cualquier bebedor de asfalto
cuando el verano es una playa quemada de Madrid.

La capital de los idiomas cuando no sabes que decirme.

Fiebre para la memoria cuando enfría el pasado,
tienes dentro más dolor que ``sez´´
Pena y un montón de deudas que pagar con piel,
tu alma en carne viva cuando me apuesto la ropa
a que por un puñado de lluvia serías capaz de ser feliz.

Mojarte o morderte los labios si te beso y me dices que no lo sientes.
Que lo que siento es no ser capaz de ser así,
sin ropa y con un puñado de lluvia para que sonrías invierno.

Lola, te guardas las llaves de tu casa en el sujetador.
Es un momento íntimo y lo comprendo a mi también
me gustaría vivir en un hogar así de extraño y joven.

Tocarte las brechas por si acaso te desnudas y no estoy allí para verte.

Carla, no sangras porque las ruinas ya se secaron
y tú eres como la eterna pasión joven de un mármol
que intenta explicar que el frío y el invierno es así
en cada una de sus distintas respuestas.

La respuesta siempre es el desnudo más sencillo,
el que te quita la ropa por repulsión a la piedra que te envuelve.

Mujer por rutina o por excusa,
paladeas el sabor de un beso que nunca te supo a tanto.

Tanto en cuanto nunca voy a saber distinto a como
puedo llegar a saber, en una lengua que sabe a polvo.
Carla tengo la boca llena de arena,
lo digo, porque el tiempo aquí me sabe a poco.

Podemos compartir el infierno también si quieres,
seguro que es un sitio más acogedor que tu invierno,
por lo menos sé, que seguro que hace calor y te puedo quitar la ropa
sin necesidad de tener frío cuando lo haces.

Un invierno propio y un verano que no acaba contigo.

Carla.
Ojala conocieras el significado de la palabra orgullo, o por lo menos de esta, ojala.

Un orgullo tan propio como el invierno cuando te doy un beso.
Y me pasas, porque tenías que pasar(me).



domingo, 20 de julio de 2014

Oni

Existes aquí porque yo lo permito.

Tu cuerpo se dobla y las hojas no sangran
blanco.
Tampoco es la resina ni el cuerpo comprometido
con la corteza.

Tú, raíz, eres la piel del interior de las tierras.

Marrón es un color sobrio para una ropa mal puesta. 

No se vestirme, es un acto de vergüenza,
y ser capaz de aceptar un cuerpo desnudo
es más duro si dudas a la hora de desabrocharme la camisa.

El tiempo es algo que se hace por separado.

Somos una conversación.
Imagina ahora que tú y yo,
por separado, admitimos esta paradoja.

Hipotecas la lengua y la geografía es un estudio complicado. 

El relieve de los cuerpos, el tallaje,
la altura con la que me miras
cuando intento entender tu pecho
como una cima indomable.

He escalado estas mismas montañas
y nunca me han parecido tan solitarias como ahora.

Triste y bonita.
Marrón.

Primitiva y escrita con el barro más humilde de la tierra.
Estás costillas son los restos de la carne de mis padres,
de tu odio, del azul que te mira y no comprende
la suerte tan absurda, de coincidir por huella o por azar
aquí.

Indomable cima, 302 pies de conversaciones nocturnas.

Atenea, búhos sabios que no nos dejan dormir.
La guerra y las manos de los hombres no pueden tocarte.

Tan real como mirar una fotografía.
Triste y difícil, mujer acostumbrada a existir.

Debes de ser como besar a Sísifo, justo después de la piedra.

Pero te tallas igual de pura e inmortal que aquí,
porque yo lo permito.
Porque este es el acto más valiente que te conozco.

Existes aquí porque debes de ser así.
Ropa interior de tierra y barro manchado en la costilla.

Tendrás razón o no la tendrás.

Demonio del este, vestido con paciencia de mujer
tu tiempo, tú, tiempo, eres así de repetido siempre.

Lo único que cambia es a que hora me despiertas por la mañana

y tú, ya no estás aquí.

Porque no me lo permites, porque yo tampoco estoy acostumbrado a existir. 




viernes, 18 de julio de 2014

Cocaína

Caín mancho esta cara con su tinta.

Con la misma suciedad que un poeta muerto
la violencia del humo encharca el pulmón,
es negro el color con el que aspiro el aire,
un cementerio de alquitrán saturado de piel.

Respira la infancia, vuelve el hedor del sudor de la primera corrida.

¿Crees que es distinto un beso si se da de verdad?
Cambia los dibujos impostados de las uñas,
una espalda roída pronunciada con orgasmos.

Asesinarte a borbotones y morir ahogado por la ropa.

Trae la cuerda, vuelva a atar las manos,
los pies colgados desde abajo,
una cama es un ataúd cotidiano día si día también.

También se puede morir de esto.

Se puede preguntar dos veces antes de entrar,
pero al otro lado siempre habrá una respuesta anticipada.

Que horrendo es ser feliz desde la garganta.

Escupe los restos de bilis, traga saliva,
y espera que no escueza al salpicar.

Una primera vez decepcionante para alguien acostumbrado al mármol.

Directo a la cabeza, el disparo se escucha después del gatillo.
Pero nunca me da tiempo a oír lo que pienso.

Prefiero no pensarlo y apretarte igual
Directa a la cabeza, con el mismo sabor que la droga.

Consumido y con la misma necesidad repetida.

Aprieta fuerte los dedos y bebe de sus migas,
pan y melodía.

Sólo oigo a un cuerpo repetido por la necesidad.

Necesito encontrar palabras difíciles,
dar la sensación de que lo que digo es profundo y complicado.

Y no la justa realidad.

Soy un drogadicto acostumbrado a follar sucio.
pero esto no suena poético y no parece relevante.

Supongo que pesa la heroína distinta en cada brazo.

Pero tu pinchas mi cabeza igual.

Con una necesidad repetida y absurda
que consume un cuerpo acostumbrado a cortar cristales.

Es difícil admitir una adicción, es profundo y complicado.

Como cortar un cuerpo con el mio para consumirse así
con la misma enfermedad y suciedad con la que te pienso.

Todo esta en mi cabeza, ahora que se que existes
y que eres así, que no eres real, puedo masturbarme con sinceridad.

Joder, deja de cortarme, el amor duele y me sangra la nariz.

No hace falta probar la cocaína para saberlo,
prefiero olerte el pelo y colocarme del derecho.

Más real que el propio efecto,
estupefacto.
                    Perdón,
    estupefaciente.

Sorprendente, contigo nunca doy crédito.
Me deniegas todas mis tarjetas.

jueves, 17 de julio de 2014

Casio

Te sabes el final.
Hemorragia y pilas que no esperan.

Placer es, tocar el pecho con manos que tener,
déjame las tuyas que las mías no valen.

No caben aquí dentro de los dedos
se salen para afuera señalando cicatrices,
y no esperan.

Sangrar es la única fe que te conozco como humano.

Pero, como era de esperar,
te sabes el principio antes de empezar.

Que impaciente eres, cada hora me repites los mismos minutos.

Y vuelves a empezar una y otra, y otra vez.

Te sabes el final, como al principio.


miércoles, 16 de julio de 2014

Yokai

He besado lenguas de miles de serpientes.
También te he mirado a los ojos.

El mito más alejado del Este que conozco eres tú,
mujer, siempre primitiva manzana en cualquier cultura,

Salvaje y criado en las jaulas me aprendieron la conciencia de la seda.

Yokai, mil formas para pensarte de una única.
Para pensar extranjero si pueblo tus pieles,
o tal vez ejerzo de conquistador de tu templo.

No existe diferencia entre profanarte o civilizarte.

Todo lo puro, lo engendrado en la boca de los zorros.
También te pertenece madre natural quimera de los ríos.

Niños educados en la inocencia de las piedras,
ser gris y torpe, para que nos entendamos,
transciende de la camada que aúllan los bosques.

Y aún asi tienes miedo de ser así, pura y con la rosa que marca el Sur.

Viento, dudas y un nombre de piel de zorro.

No quieres que te conozca, tampoco puedo atrapar
lo que imito cuando respiro, es lo más cercano que tengo
para entender como funcionas sin pulmón demonio blanco.

Eres como una tradición universal, mujer.
Puedes fingir que estás hecha con el mismo material que el viento.

Pero lo cierto es, que intentar civilizar un cuerpo,
es una costumbre más ancestral que cualquier monstruo.

Por eso sé lo que he visto.

Te he visto habitar conmigo, civilizar la misma cama.

Aka-Name

Los baños públicos son la única intimidad que entiendo.

Aquí todo parece más ajeno.
Mugre para alimentar a los herederos
de las ratas, hombres traicionados por hombres.

No conoces sed, la taza está limpia.

Largas lenguas para hablar
de los asuntos de la ropa interior.

Asuntos de cosas necesarias.

Las cosas necesitan de las cosas
parece malsonante admitir que aquí
públicamente existe la vergüenza.

Ocultas la suciedad porque nunca te enseñaron ha lavarte.

Pureza es la mentira que enseñamos
a las cosas necesarias, cuando necesitan de las cosas
y yo, lamedor de retretes, necesito de tus cosas.

Crecemos con la tradición de sentirnos sucios.
No soy el primer manchado por el pecado de otro.

Sexo oral, y consentido, para lavar tu imagen y semejanza.

Hay pantanos amamantados por lobos de otras religiones.

La peste promete curar lo que es necesario para la vida,
los asuntos necesarios de la vida o una vida personal.

Suele ser intransferible, suelo ser parte de la otra parte.

Sujeto a estas cadenas, las cañerías funcionan
como la ropa interior de los hogares y sus casas,
no es lo mismo el hogar que habitar en un ladrillo.
Rey de un trono de mármol, vasallo de el ojo
que lo ve todo, que te mira desde abajo.

Banderas negras y corsarios,
Dios salve al rey.

El ojo que todo lo ve y contempla lo más negro de tu alma.

Siempre mira desde abajo.



martes, 15 de julio de 2014

Hone-Onna

El primer beso de la piel
las palmas de las manos,
son las únicas incógnitas
necesitan prisa y malas intenciones.

Cuantas veces habré desnudado un cuerpo que no he podido tocar.

Los dedos nacen de la necesidad
de ser un hombre solitario.

¿Por qué me miras así?
¿Por qué miras la ropa
como si fuera algo cansado?
No te vale la sensación
que surge de la necesidad
de estar sólo dentro del vaso,
enfrascado, eterno iceberg,
inundando la juventud
sufrida desde el hígado.

Beberte, comerte, saber ser un hijo ejemplar.

Tomarte así Nebraska.
lejos de casa y cerca de todo.

Ayer siempre será el día anterior.
Y parece lógico.
Pensarte así desde el asiento de los metros
extraña y difícil.

Besarte por primera vez aquí es lo más parecido que conozco
a tener un gesto literario conmigo mismo.

Y parece lógico.

Únicamente es distinto lo que te diferencia del resto.
Un nombre, una casa, un libro, un amor que no te entiende,

Yo también sé que significa la palabra nostalgia

Unicamente es algo diferente y distinto.
Mi nombre, mi casa, tu libro, un gesto literario que no me entiende.

Memoria es un desorden sentimental.

Es no colocar los muebles por ausencia
de un televisor que te diga lo que ver.

Lo que pensar.

Pensarte así, desnuda, o con ausencia de ropa.
Es distinto.

La primera consiste en un acto voluntario.
La segunda es un acto realizado por presión,
es un gesto literario, una metáfora absoluta.

El mismo idioma distinta lengua.

Hablo de besarte y que me pidas que te muerda.
Más fuerte.

Como si no pudiera hacerte daño, no por gesto o por metáfora.

Sino por ausencia de memoria.


domingo, 13 de julio de 2014

Nebraska

Nunca encuentro las palabras acertadas para hablar de ti.

Ni contigo. Tampoco es la opción más correcta
en el mordisco frío del pescado crudo de las 2:00.

Autobús es una palabra conducida y preparada.
Conducida porque sabemos donde nos llevará,
preparada, porque no estoy familiarizado
con los besos dados a horas tan inoportunas.

302 pisadas desde tu casa a despertarme en una cama ajena a las 6.

Tal vez no envejezca igual mi piel.
No me preocupa ser la ropa usada
que apartas con aparente tranquilidad
de encima de la cama, cuando se trata
de ponerme debajo de ti.

Sigo diciendo que besarte así es igual de crudo.

Delgada, cuerpo y sonido roza un nombre de lolita.

Tú. frío, eres la disciplina más delgada del invierno,
su línea es lo que diferencia el hogar y el infierno
la comisura de los labios diciendo que me odias
porque no entiendes la extranjería y pasaporte
de los búhos que vigilan las carreteras por la noche.

Pedir gravedad a un cuerpo encima de otro,
pedirte que la ropa pese menos
que tu cuerpo no sea una tristeza conocida
si lo que se tiene es nostalgia del absoluto.

Absolutamente veremos el coraje que se presupone
cuando el primer beso se da con el mismo valor
con el que nadie lee un libro recién encuadernado.

El señor de las moscas
y el
Yokai del viento.

Nebraska muchas veces es el invierno de las cosas,
de los asuntos exteriores cuando besarte así
supone una grave política interior.

También nos pertenece este desorden
o los ojos
cerrados por momentos.

Porque todas las miradas necesitan envejecer.

Mirarte intensamente y sentirme más adulto
menos crío.
pero con la misma pasión que un adolescente.

Que nunca sabe que decirte
después del beso de las 5:00.

Muchacha difícil, hija de Yokais. Nostalgía del absoluto.

miércoles, 9 de julio de 2014

Casi

La palabra: casi, es una palabra dicha a la mitad.

Casi, entras en mi habitación,
separas la ropa de la piel,
casi colocas despacio tu risa
entre Madrid y los pijamas que te presto.

No me gustan las cartas porque me recuerdan que no sé escribir.

Yo maté a Héctor.

Siento la culpabilidad,
y la dignidad,
con la que se confiesan tus crímenes.

El beso del papel y los trenes de las 6.

Léeme poesía en alto mientras yo me tapo los oídos.

Mientras, casi, tapo el nombre detrás del apellido,
la dirección en la que viven los cuerpos sin hogar.

Las palabras más largas son las tristezas más pequeñas
dichas desde la seguridad y el conformismo de un cuerpo sobre otro.

Sobre a sobre.

Hace calor en la nevera
cuando sirvo la misma cena fría.

Y aún así te quedas a dormir como si no pasara nada.

Casi es la palabra que se dice siempre a la mitad,
después de las dos mitades.
Vienen las charlas sobre sexo,
sobre como entender esta violencia
o el deseo de actuar contra Dios.

Dios, y la mujer que compartió casi las dos mitades de la cama.

Pero nunca se habla con sinceridad
cuando se trata de fingir que venimos a dormir.

Y te despiertas a las 6 con 3 cadáveres sobre la mesa
y un polizón en el sofá, yo también he vivido en Manhattan.
menos que tú y menos real, pero he construido los mismos puentes.

Que impersonal me parece todo este poema dicho por mí.
Aquí nadie espera a Godot, hasta que te marchas con los trenes de las 6.

Casi una mitad, hacen un cuerpo entero.


lunes, 7 de julio de 2014

La muerte de Héctor

El arte de Dios es un crimen.

Las pulgadas olímpicas castigan los yelmos recogidos
con la sangre del Parnaso y la piedad del tiempo.

Cuando te hablo de un tiempo,
hablo del tiempo fuera de la edad
con la que se vive en los libros de historia.

10 años de guerra son suficientes para arder sin motivos.

Amigo mío, lo cierto es que vives en una venganza
hoplítica guardando el escudo y la sangre de tu hogar.
Alimentado por el pan de oro y las cantos con los que se dice
a la muerte o se navega el Egeo, mare nostrum, padre.

Padre castiga con la plaga y la infección la masturbación del alma.

El arte, todo lo referido a la expresión del mito.
Lo que somos, un hombre construido con el barro
salpicado del útero de una tierra infértil y secada
con el semen rocoso de los primeros padres.
De dioses y titanes templados en la tragedia,
castigados a ser eternamente los niños huérfanos
en las rodillas de las piedras que los fundan
si te esculpen así, con el mismo deseo con el que
se enreda la pasión y la sangre en la punta de la lanza
al saciar el estigma indómito del beso de la prudendia.

Y aún así te mataré domador de caballos.

La épica, el nacimiento de una nación en llamas
tallada en la sal de los cristales que rozan la espuma
cuando vomita el mar a sus hijos desterrados y sin tierra.

La tierra azul, de nadie y de la verdad de los aqueos.

Morirás con las mismas manos que te dibujaron
y el tiempo, o el arte, se harán inmortales en tu pecho.
Los cuervos picaran las llagas de tus ojos
y me devorarás así.

Hijo de un crimen.
Nacido del defecto de los dioses.

Nunca aprenderé a morir del todo en los tapices.

Porque el nombre en una historia importa más
que el mito que pueda relegar a un hijo insolente.

Condenado a compartir la infidelidad del nombre de su padre.

El que sostiene el cadáver de madera con la misma tradición
que sujeta el legado de sus dioses en los rituales exquisitos

De dibujarte así desnuda, muerte, madre y esposa.
Hija de la ira y el arte que haces que me quede atrapado en la pintura,
haces que viva siempre dibujado con el mismo color y posición.

En la continua puñalada del Peleida.

Con los tobillos desgastados de tus flechas en París.
Habitante de los frisos sin cariátides.

El crimen siempre justificado, por encima del valor del propio arte.
Y de ti

miércoles, 2 de julio de 2014

Mayoría de Edad

Fundar las cuencas de los ojos,
entorpecer el beso frío de los iris,
sentir el marrón en los colores de la música,
tú, cuerpo delgado, habitante del silencio
de las casas y las habitaciones sin pintar.

Compartes el mismo nombre que me negaron al decirte.

Y te digo, aún así digo, desnuda y sin decir
ni la mitad de lo que dice tu silencio en mi cabeza.

Eres la razón más justa entre la piel
y lo que apalabrar antes de llegar a el mismo acuerdo.

Cuerdas para sujetar un cuerpo
que admite la tensión del fino hilo
que separa la carne de la piel
cuando el sudor corrompe el olor
que seca la ropa después de lavarla.

Yo me lavo siempre las manos antes de tocarte
me educaron así, con un ideal católico y practicante.

Porque practico siempre los mismos errores.

Pensar, antes que nada, en decirte así,
tocarte desnuda sin ser tan torpe y primitivo
como el primer beso de una adolescencia madura.

El hábito hace ser partidario de un hogar de clausuras.

Cada bestia negra es una serpiente enredada
en el estómago corrupto de los cuervos.

Una frase oscura, que justifique siempre todas mis edades.

Ninguna respuesta es absoluta.
Un poema vale por si sólo todas la veces que se dice.

De memoria y con la misma carrerilla
dispuesta a desabrochar el interior de tu vergüenza.

Pero aquí dentro soy un personaje pudoroso.

Por eso siempre salgo fuera, para poder ver desnudo,
tú, cuerpo delgado, huesos de maderas y ojos sin pintar.

El cuervo de Poe es el verano ausente en Diciembre,
es el orgullo de los leones haciendo honor a las canas de mujer.

Y escribí: ``Nunca más´´

De carrerilla,
sin memoria,
y con la prisa
con la que se viste.

El dolor adolescente con el que se lee un poema por primera vez.
Aunque nunca más se vuelvan a leer las misma canas
por la edad incierta con la que habitas en un poema sin llegar a cumplir.

Tú, mayoría de edad.


martes, 1 de julio de 2014

Todas mis edades

La palabra paz en la boca de un mártir
mancha las manos con las que amar
los crímenes cometidos por la carne.

Respirar el último cigarro, una declaración al absolutismo.

Un imperio consumido así, con el negocio
que espera alimentar el odio por el odio.

Un cuerpo acostumbrado a la edad,
a meditar la justicia, como se medita
la sal que cabe en un vaso de agua
que se ahoga entre dos gotas.

El ruido que haces al decir la palabra silencio
o como hablas del ruido cuando no tienes nada que decir.

Dime, ¿Quién eres?
¿Acaso eres la palabra muda que cambia la ropa?

No, es la misma paz que da el verano
cuando llega de repente amarillo
y con el calor que aprieta en el reflejo
de las gafas al mirarlo de frente y arrugado.

Nunca hablo de nada en mis poemas,
es una necesidad impuesta por la mera necesidad.

Me impongo y digo lo que tengo que decirte.
Nada, nunca digo nada.

Pero todo, a veces, es una forma distinta de paz
el hijo rebelde de la literatura que intenta explicarme
porque cuando desnudo estas palabras de guerra
hablan de un silencioso cuerpo desnudo de mujer.

Y no es que suene pretencioso.

Es que te quitaría hasta la última coma,
con tal de ser capaz, de aprender a follar sucio.

Como se hace la poesía de verdad.
Sucia, carnal y desmedida de silencio.

Si no, piensa que siempre que me lees,
nunca escuchas nada, es la voz de tu cabeza
la que me dice así de sucio.

Cuanto ruido blanco para una hoja de papel que no dice nada nuevo.

Acostumbrado a la edad de mis poemas

Llevo una iliada y media odisea
escribiendo esta casa silenciosa.

Repitiendo la misma escena que hizo que empezara toda esta masacre.

Y no es que te muerda con la fuerza de mis años.
es que, llevo toda la vida mordiendo la misma manzana.