miércoles, 9 de julio de 2014

Casi

La palabra: casi, es una palabra dicha a la mitad.

Casi, entras en mi habitación,
separas la ropa de la piel,
casi colocas despacio tu risa
entre Madrid y los pijamas que te presto.

No me gustan las cartas porque me recuerdan que no sé escribir.

Yo maté a Héctor.

Siento la culpabilidad,
y la dignidad,
con la que se confiesan tus crímenes.

El beso del papel y los trenes de las 6.

Léeme poesía en alto mientras yo me tapo los oídos.

Mientras, casi, tapo el nombre detrás del apellido,
la dirección en la que viven los cuerpos sin hogar.

Las palabras más largas son las tristezas más pequeñas
dichas desde la seguridad y el conformismo de un cuerpo sobre otro.

Sobre a sobre.

Hace calor en la nevera
cuando sirvo la misma cena fría.

Y aún así te quedas a dormir como si no pasara nada.

Casi es la palabra que se dice siempre a la mitad,
después de las dos mitades.
Vienen las charlas sobre sexo,
sobre como entender esta violencia
o el deseo de actuar contra Dios.

Dios, y la mujer que compartió casi las dos mitades de la cama.

Pero nunca se habla con sinceridad
cuando se trata de fingir que venimos a dormir.

Y te despiertas a las 6 con 3 cadáveres sobre la mesa
y un polizón en el sofá, yo también he vivido en Manhattan.
menos que tú y menos real, pero he construido los mismos puentes.

Que impersonal me parece todo este poema dicho por mí.
Aquí nadie espera a Godot, hasta que te marchas con los trenes de las 6.

Casi una mitad, hacen un cuerpo entero.


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