domingo, 20 de julio de 2014

Oni

Existes aquí porque yo lo permito.

Tu cuerpo se dobla y las hojas no sangran
blanco.
Tampoco es la resina ni el cuerpo comprometido
con la corteza.

Tú, raíz, eres la piel del interior de las tierras.

Marrón es un color sobrio para una ropa mal puesta. 

No se vestirme, es un acto de vergüenza,
y ser capaz de aceptar un cuerpo desnudo
es más duro si dudas a la hora de desabrocharme la camisa.

El tiempo es algo que se hace por separado.

Somos una conversación.
Imagina ahora que tú y yo,
por separado, admitimos esta paradoja.

Hipotecas la lengua y la geografía es un estudio complicado. 

El relieve de los cuerpos, el tallaje,
la altura con la que me miras
cuando intento entender tu pecho
como una cima indomable.

He escalado estas mismas montañas
y nunca me han parecido tan solitarias como ahora.

Triste y bonita.
Marrón.

Primitiva y escrita con el barro más humilde de la tierra.
Estás costillas son los restos de la carne de mis padres,
de tu odio, del azul que te mira y no comprende
la suerte tan absurda, de coincidir por huella o por azar
aquí.

Indomable cima, 302 pies de conversaciones nocturnas.

Atenea, búhos sabios que no nos dejan dormir.
La guerra y las manos de los hombres no pueden tocarte.

Tan real como mirar una fotografía.
Triste y difícil, mujer acostumbrada a existir.

Debes de ser como besar a Sísifo, justo después de la piedra.

Pero te tallas igual de pura e inmortal que aquí,
porque yo lo permito.
Porque este es el acto más valiente que te conozco.

Existes aquí porque debes de ser así.
Ropa interior de tierra y barro manchado en la costilla.

Tendrás razón o no la tendrás.

Demonio del este, vestido con paciencia de mujer
tu tiempo, tú, tiempo, eres así de repetido siempre.

Lo único que cambia es a que hora me despiertas por la mañana

y tú, ya no estás aquí.

Porque no me lo permites, porque yo tampoco estoy acostumbrado a existir. 




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