domingo, 13 de julio de 2014

Nebraska

Nunca encuentro las palabras acertadas para hablar de ti.

Ni contigo. Tampoco es la opción más correcta
en el mordisco frío del pescado crudo de las 2:00.

Autobús es una palabra conducida y preparada.
Conducida porque sabemos donde nos llevará,
preparada, porque no estoy familiarizado
con los besos dados a horas tan inoportunas.

302 pisadas desde tu casa a despertarme en una cama ajena a las 6.

Tal vez no envejezca igual mi piel.
No me preocupa ser la ropa usada
que apartas con aparente tranquilidad
de encima de la cama, cuando se trata
de ponerme debajo de ti.

Sigo diciendo que besarte así es igual de crudo.

Delgada, cuerpo y sonido roza un nombre de lolita.

Tú. frío, eres la disciplina más delgada del invierno,
su línea es lo que diferencia el hogar y el infierno
la comisura de los labios diciendo que me odias
porque no entiendes la extranjería y pasaporte
de los búhos que vigilan las carreteras por la noche.

Pedir gravedad a un cuerpo encima de otro,
pedirte que la ropa pese menos
que tu cuerpo no sea una tristeza conocida
si lo que se tiene es nostalgia del absoluto.

Absolutamente veremos el coraje que se presupone
cuando el primer beso se da con el mismo valor
con el que nadie lee un libro recién encuadernado.

El señor de las moscas
y el
Yokai del viento.

Nebraska muchas veces es el invierno de las cosas,
de los asuntos exteriores cuando besarte así
supone una grave política interior.

También nos pertenece este desorden
o los ojos
cerrados por momentos.

Porque todas las miradas necesitan envejecer.

Mirarte intensamente y sentirme más adulto
menos crío.
pero con la misma pasión que un adolescente.

Que nunca sabe que decirte
después del beso de las 5:00.

Muchacha difícil, hija de Yokais. Nostalgía del absoluto.

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