viernes, 14 de febrero de 2014

San Valentín

La nostalgia y la voz seca de la puerta
despierta el placer o la agonía, sueño.

Un día más que es otro día,
gris, en este tenue oasis
abro los ojos y me besa
la melancolía del sol golpeando la ventana.

Con restos de alcohol y cicatrices
la boca sangra un nombre indiferente
que no conozco ya, que no me conoce.

El carmín dibujando cruces en mi cuello
y el olor a soledad que moja la tierra.

Es Febrero, sonríe y ríe despacio y sin aliento
aprendiendo a nevar desde mi ventana
nunca llega mi mirada más allá de la acera,
por miedo, o tal vez conformismo
por entender que ya no volverás a estar aquí.

Hoy mi mente es una ruina.
Coloco piezas e intento encajar
valor, dolor, paciencia y tiempo,
el pecho arde igual, no intento engañarme.

Lo sé, lo sabes tu también que lees.

Es la polémica y las décimas
que cambian de un momento a otro
el tono de una suplica,
la razón disciplinaria de recordar
la humillación de cogerte la mano
y ver como vives mi piel
en el cansancio de tus ojos.

Sólo sé regalarte muerte e ideología.
La ética que plantea intentar despedirme con un beso.

La dosis que mantiene vivo este vértigo
los edificios como guardianes de un Madrid
cimentado en el hormigón colosal de caminar.
en cada paso, una palada, que cava este cementerio.

Vomito y no sacia mi hambre,
tal vez el humo calme esta garganta
pero de momento, un grito en la escalera,
el ruido temprano que cruje la madera,
me astillo los dedos y me agarro a un clavo.

Ardiendo, miro otra vez desde el noveno.
No vienes, y el agua que cae sabe a veneno.

La histeria se inyecta escasa en mis llagas,
la tristeza cabe siempre entre dos palabras,
resacoso y rezagado, mi habitación hace de celda.
me vuelvo a asomar con esperanza,
pero no quedan palomas en mi alfeizar.

Por inercia, el pulso débil de la memoria
invade una cabeza habitada por la claustrofobia,
las décimas de fiebre que calientan
unas encías desgarradas de morder estas dudas.

El ámbar, las mujeres, las coronas y las monedas,
yo sólo conozco malgastar mi tiempo, lo que tengo,
mi fortuna, la herencia que me dejo tu nombre
por costumbre o como herida, aspiro odio,
me calmo, golpeo de nuevo la pared,
e intento seguir con lo que me toca.

Sé que esperáis que os diga un nombre,
tampoco es que esta historia de San Valentín
sea distinta de la vuestra.

Hoy seguro que ella es feliz con él.
No me necesita.

Yo sólo espero calma y decepción.
Vuelvo a la cama, cierro los ojos
y hago como que duermo.





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