jueves, 20 de febrero de 2014

Zo

Muerden las nubes una línea de guerra roja en el cielo.

El ojo de la cámara intenta mantener intacta,
pura, pulcra y discreta la música de la luz
que conecta el fuego que desprende la llamarada
de pulsar el botón y parar eternamente el beso del mundo.

Se respira libertad y duelen mariposas en el estómago,
te quitas despacio la sudadera y desnudas la ropa,
es curioso como se puede desnudar algo que se quita
con la fuerza de los hilos tejidos que rozan la piel
y conecta con el agua sucia del sudor.

A fuerza de lágrimas, feliz, la sonrisa intenta
completar el leve circulo de unos labios pintados
que sin hogar respira el vaho de un cristal empañado.

Con tus leves dedos dibujas formas gastadas
enfrente de tu espejo, te miras y piensas
en arreglarte el pelo, tal vez las mejillas
y te dejas como siempre un ojo sin pintar.

Soy yo, Fontcu, curioso nombre para alguien de plástico.
Suena el teléfono, la magia de las líneas nunca se pierde.

Entonces el paseo de tu cama ya no guarda bahías,
tampoco se come el mar las almohadas apoyadas
y la cabeza, con el ego de un niño criado sin madre,
se reserva el último baile lento de las lámparas
y los pijamas se enfundan un cuerpo organizado
desde el frío de los pies, hasta el cuello de un cigarro.

Entonces decidida, admites que no me comprendes,
que los secretos solo valen si de verdad entiendes
que no hay nada que guardarse sin al compartirlo
entregar un pedazo menos tuyo.

Aunque dices que imaginas mi cabeza
como un montón de garabatos,
con el ceño fruncido y diciendo palabras extrañas.

Lo extraño es que no haya necesitado dibujarte inventada
en alguna historia de centro, o caminando sin tacones.

Por una vez prefiero imaginarte mirándome extraña y así
como una nube en la línea roja del cielo que miras
a pesar del cristal de la ventana.

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