viernes, 6 de diciembre de 2013

Atlas, un mundo de cine

Atlas, el hierro de los hombres,
nunca supo el auténtico valor del dinero,
de lo que se paga uniformemente
en los tentáculos que sujetan
cada calendario.

Al principio todo fue caos,
la medalla del tiempo
se cuelga siempre de los mismos
relojes,
pero Atlas, titán en su moqueta,
comprendió que las alfombras
siempre son mundos que sujetar
sin cuello, con la entrada
de la bengala rugosa de un instante
de cine, de la falacia de saberse dios,
del trípode que crees que sujeta la imagen,
sus semejanzas, las palabras de los actores
que fingen que se quieren
o que saben quienes son,
aunque el fino cordón que los separe
sea los espacios en blanco en un guión
que nadie sabe muy bien como acaba.

Antaño, Atlas, hucha de los hombres.
Guardaba la inervación del que da vida
a esta montaña,
a la película que crees saber que ves
si ves tu vida desde los ojos de los otros.

Pero Atlas ya solo sabe enfundarse el mono de trabajo
y sujetar esta cámara que cuenta como es el mundo
detrás de cada cámara.



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