lunes, 9 de diciembre de 2013

Fuera de carrete

Tal vez no estemos hechos para vivir en las fotografías de antes.
Las mismas que nos acechan ingenuas
en mitad de una palabra cuando partimos,
de que la soledad duele menos en silencio.
Sabes tan bien como yo que hemos vivido aquí,
en tu obsesión de entender el amor plasmado
en imágenes cargadas de primavera, fiestas,
familia, tiempo, escapadas de una noche
-San Valentín todavía sabe a fresa-
y paisajes tan dudosos como los ojos que ahora los miran.
Con el tiempo te das cuenta que en tu habitación
nunca estas solo. El presente se comparte
con personas que apenas conocíamos
que a lo mejor nunca habrían existido pero están aquí,
nos juzgan con la libertad del que se cree sabio
por la experiencia de levantarse contigo todas las mañanas
y conoce cada uno de nuestros secretos midiendo
la distancia que hay de la cama a la puerta.
Confío en que llegue el día de tener valor y decirles que se callen,
que no me acusen de recordar Madrid en invierno
tiritando en la distancia que comparten estos ojos
-los tuyos- señalando aquella navidad del 95.
Después de todo tengo la esperanza de cambiar el mundo en una foto.
Sigues perdonando juicio, razón y nombres,
las calles en las que vivíamos no son las mismas
y apuntaste mal la dirección en el resguardo,
pero sigues siendo tú, siempre has sido tú,
aunque nosotros perdimos ya el color y la piel.
Nunca quise ser inmortal,

Tengo miedo de coger una cámara
y que me juzgues.

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