miércoles, 1 de enero de 2014

No soy justo, tampoco desmedido

Aprender a ver un desnudo nunca es fácil.
Aceptar vivir con los ojos cerrados para verte,
sentir la figura desafiante de tu cuerpo
frente a las mil empalizadas que te cercan
allí , en la frontera más débil de tu cama.
Lejos de la gente y su ropa desabrochada
o de la justa piel, nuestras pieles,
el sudor sucio de los que sufren el agobio
por someter las bocas blancas de los ojos,
las pupilas más rosas de los labios.
Verte desnuda nunca fue fácil,
pero pensar que pude hacerlo
da sentido a mis noches,
da justicia a mi cuerpo.

Aprendí a mirarte despacio, sin ropa, sin conciencia, sin ti.

Aprendí a verte sin que tú te dieras cuenta.

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