viernes, 10 de enero de 2014

Una historia del Bronx

En algunas ocasiones, no sólo en las peores,
yo también se compartir las paredes de mi cuarto,
el ascensor que desafía la verticalidad del bloque,
los zapatos ásperos limpiados con el barro de tu calle.
Hoy es martes y no quedan cartas en el buzón,
tampoco rastro de tu prensa, y mi dominical colgado del teléfono
esperando que me llames al otro lado del frío,
con ese tono de sorpresa preparada
del mismo modo que el timbre de mi voz
al escucharte y preguntarte que es de ti.
Lo siento. No se pedirte perdón, ni las llaves de casa.

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