domingo, 12 de enero de 2014

Negocios sucios

La guerra y la paz son negocios del hambre.

El frío que mantiene viva la llama
que amanecida e interrogada
escoge cada parte de tu vida,
abandonada a el delirio
que por las noches no mantiene
una tregua justa, ni necesaria,
porque es así una continua tormenta
de vidas encontradas
en el rastro levantado de la fundación
de los hogares incompletos
que forman la memoria de uno,
pero no de lo demás,
ni el resto.
Si solamente queda resto
del recuerdo que repite
la misma melodía triste
de un cuerpo que no compartirá más habitaciones.

Irene. ¿Alguna vez has vivido en mi?
¿Alguna vez has vivido en mi de forma alguna?

O lo que me queda es solo un nombre sin pisadas,
una sensación de haber vivido algo distinto
otro dolor que no es el mio.

Cuando vuelvo a casa,
cuando el recuerdo es una llave que abre la puerta
y no hay nadie al otro lado con el que compartir
la soledad tan cotidiana e indiferente de un salón.

Entonces, es cuando me acuerdo.

Me acuerdo de la entrañable sonrisa
que disimulaba una caricia sincera
de convicciones y momentos en los que
agarrar la lentitud de este sofá,
y tender junto a estos huesos
una ruina tan primitiva
como el desnudo de la tierra
que mojada por la lluvia
perdona al cielo cada lágrima
azul.

Las lágrimas siempre son azules,
si rezan por mis ojos.
si visitan tu recuerdo,
o si entienden tan sólo,
que cuando abra la puerta.

Esta soledad sólo me recuerda el sitio
donde solía encontrarte.



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