jueves, 2 de enero de 2014

Todos mis viajes

Sé, que tú también conoces
las caídas de los grandes gigantes,
que has oído hablar de los hombres
de sus ciudades habitadas,
inhóspitas, levantadas con palabras
de ternura y odio.
También sé, que tu mundo, a veces,
se quema en el orgullo de tu pañuelo,
que tus bolsillos se llenan de arena
de otras playas y tus castillos
se levantan con amores de verano,
rastrillos y palas de maleta,
olor a gasolina seca, pegada
en los asientos salpicados de orillas.
Intento saber por qué tus autopistas
conducen por la noche debajo de faros
cansados, caminos comarcales,
sintiendo las conversaciones inexactas
sobre cuando llegamos o a dónde nos llevamos,
más al fondo, tal vez, a los pies de una cama sórdida
o la voz apagada de estos automóviles
llenos de amor, de historias de la vida oculta
del viajero que se presta a luchar contra gigantes,
a levantar ciudades habitadas,
coronando playas sin arena y bebiendo pétalos de sal,
buscando con la urgencia escurridiza de un adolescente
la excusa de tu boca al parar el coche, sentir el rojo
en el semáforo y dejar el manos libres
a riesgo de llamadas de conveniencia con tu madre,
me refiero a la costumbre desastrosa de buscarnos
más allá de tu habitación, poblada de mi aliento,
del criterio inamovible de sentirse viajero
de tus pósters, de París, Venecia, Amsterdan,
el lado que amanece al lado de tu cama de Londres.
Pero sin duda alguna también sé, sin miedo a equivocarme,
que mi viaje preferido eres tú todas las mañanas,
desde que despegamos con lo puesto de tu cama,
hasta que navegamos hasta hundirnos debajo de tus escaleras,
y hasta que espero que me beses en la última estación.
Porque de todos mis viajes, mi lugar favorito eres tú.


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