jueves, 23 de enero de 2014

Meada

Te despiertas.
Levantas un mundo de montañas de edredón.
destruyes con pisadas el horizonte lineal
que mantiene unida la verticalidad
y la luz que golpea un cráneo de mañana.

Miras a la izquierda,
derecha,
vuelves a mirar por si acaso
o por si a lo mejor
el mundo ha cambiado
durante tu gesto despiadado
de desprecio
unas instantes felices
de ignorancia frontal.

Caminas.
El sueño todavía vive en el borde de los ojos
y la boca sabe a trasnoche,
Sabes que es de día porque estás de pie
y conoces el gesto amargo del mármol transparente
practicado en la comodidad intrínseca
que sientes al bajarte la bragueta
y apoyar una mano firme contra la pared.

Es como si empujaras al mundo desde la rabia del chorro.

Te giras.
Caminas.
Te despiertas.

Todo parece un imperativo,
constituido en el conflicto social más antiguo del mundo.
Un vigilante digital que marca las siete.

Y a quién coño le importa.

Lo pensarás.
También volverás a pensar en ella
ya que la tregua de la noche
ha finalizado y ahora toca guerra.

Y a quién coño le importa

Eso es lo que pienso cuando recuerdo.
Que ella ahora esta con otro,
y ami lo único que me queda por la mañana
es mear de pie.

Joder, pensarás,
Al menos me queda algo de dignidad.

Pero sigo pensando.

Que no hay ninguna nobleza en aceptar la derrota
Igual que tampoco la hay en mear de pie.

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