domingo, 23 de marzo de 2014

Nineteenager´s

Muérdeme despacio.

Deja que la cicatriz se pudra lenta en la memoria,
que el nombre que se marca en el pecho
no sangre nada más que la sal esparcida de una canción.

Como un sonido de garaje.

El fetiche del olor de unas notas sobre otras
escriben canciones que hablan desde la depresión
de ser tal vez más comprendido de lo que uno gustaría.

Y es que, ser humano es mas común de lo que parece.

No puedo escuchar todo lo que me gustaría.
Soy sordo de nariz, y en mi garaje sólo duermen
los coches compartidos de una generación rebelde.

Apología de un movimiento de tristeza.

El ruido es el emblema de un niño educado
en los valores de una música unplugged.

Suelo machacar bastantes calabazas.

Lo cierto es, que es el sonido joven
de una mermelada adicta al sabor de la basura.

No controlo ninguna de mis adicciones
sólo se alcanzar el nirvana con la radio
inyectada en el dinosaurio junior de mi cabeza.

En continua fase R.E.M nunca duermo
en la salvaje maleza de los arándanos.
Píloto de un templo de piedra
me alzo otra vez contra la máquina
con la misma pregunta reivindicando
ser menos esclavo de este sonido.

Lo mejor de mis muchachos luchadores de Kung Fu.
Es el descendiente de una distorsión social
sometido a las cadenas de Alice.

Este río verde contaminado con el grito de los árboles
Comienza en las rayas blancas de las yardas de mi piel.

La locura de las estaciones no comparten más su fé
A veces me veo como un melón ciego.

Es como un eterno pimiento rojo caliente.

El perfecto agujero de un sonido de jardín,
cuando no queda más oasis
en el patio de recreo de Marcy.
De un niño con el espíritu enfermo desde 1994.



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