miércoles, 19 de marzo de 2014

Aseos

¿Alguna vez te has mirado como te debe mirar
los ojos interrogados de un espejo?

Lo pregunto por educación.

Por el extraño placer que debe sentirse
al comprender el extraño signo de puntuación
frente a frente.

Hay realidades bien distintas en un cuerpo de cristal.

Lo digo por educación.

Un cuerpo que se desnuda sin su reflejo
comparte el beso que se da con la piel en la memoria.

Sé que me obsesiona el tiempo.

Es curioso comprobar como un reflejo es distinto
a medida que recuerdas con quien compartes el espejo.

No siempre soy yo el que mira desde el otro lado.

En la mayoría de las ocasiones es la cabeza
la que se dice primero, luego el nombre,
después la piel fría de los fantasmas de vidrio,
seguido de un terror de lavabo
y pestillos que se echan por vergüenza
o masturbación adolescente,
descubriendo en el otro de enfrente
un amor impersonal e imaginario.

Siempre nos miramos de manera involuntaria aquí delante.

Aunque es triste como ver que nos falta siempre civismo
y nunca nos presentamos a nosotros mismos.

A pesar de que sea yo el que se presente
delante de un completo desconocido.

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