martes, 11 de marzo de 2014

11-M

Hay trenes cargados con la pólvora y el odio.

Las estaciones recorridas de Madrid
no esperan una siguiente parada.
Lo cierto es que 10 años después
siguen sonando los teléfonos
y suena la misma voz en los andenes.

Apología de un terrorismo de metal.
Se funde la carne quemada en los raíles.

Cuando el eco de la llama es otro fuego,
no siempre se arde con un sentido justo
lo merecido puede ser cualquier historia
que sin amor, o por llegar tarde al trabajo
te arrebata la libertad de decidir tu destino.

Quien decide hoy por ti es el verdugo que marca calendarios.

Podríamos haber sido la misma ceniza
que sufren las familias de Marzo,
Podría haber sido yo la hora escogida,
el vagón elegido de un 11 cualquiera.

La suerte no siempre es dadora de vida
y hay veces que quita más de lo que podríamos jugar.

Las estaciones de la memoria son como balas de revolver en una continua ruleta.

Disparan un recuerdo distinto que no calma
10 años de ira y tacto que cuestione la fe que gira
en un mundo que siempre carece, en cierto sentido,
de objeción que implique a Dios en nuestros actos.

Dime Dios ¿Por qué los abandonaste?

Las líneas ya no son amarillas y no distinguen
el abismo que implica pasar del andén al vagón.

10 años después la gente sigue comprometida
con la causa justa del valor que se siente al pisar
de nuevo y con olor a viejo y rencor estos trenes.

Hay Marzos que ni perdonan ni olvidan.

Yo personalmente piso este vagón
como si la cuestión del 11 fuera cuestión de valor y respeto
a una víctima que nunca tuvo la elección
de elegir para él una muerte más digna
y menos cobarde.

Porque Marzo no perdona, ni olvida.





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