En conclusión
y para ser menos exactos
era igual el petróleo
a la llave increpada
que olía a cromatismo.
Una mecha, dos mechas
mecha y media.
Cuarto de mecha
Mecha y tres cuartos.
Y aún así cobraba sentido
aquel animal erguido
y con dientes afilados
como ópalos gangrenosos.
Mecha a mecha,
media mecha,
entera a mecha,
a toda mecha.
El semen polvoriento de la bala
ensucio un cañón todavía
a la mitad.
Media pinta de mecha,
tres quintales y una mecha.
El pelo enmarañado
de aquel color que era
mezclado en la sinfonía
ridícula y áspera de un
ronquido gradual e intermitente.
Se oyen los cañones.
No queda nada con lo que prender
la mecha,
Y la sangre de los buques
hundidos flota viscosa
y negra, y menos dulce,
y pétrea.
Despojos en las pulgas
que consumen las gaviotas
aquel faro no enciende
ningún Sol ya caliente.
Es una mecha que atender
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