viernes, 2 de diciembre de 2016

Culo de puerco

Todavía cuelga pálida
tu sonrisa, es una soga
agradable y silenciosa.

Seca y estrecha
la garganta de los cisnes.

Nacen invisibles las musas.

Eco, danzando en una distancia
que no es la nuestra, ni la tuya.

Sus alas tristes fugan,
no saben ir sin que las lleven.

Muéstrame el rostro
del anfitrión,
tú que no serás nunca
la que me reciba,
tú que no serás voz,
tú que no eres tú.

Qué puedo pedir y que me lo des.

Mejor;
Qué puedo ofrecer y que lo cojas.

O tal vez:

La tristeza sea entender
una piel despegada y apagada
enterrada en un sepulcral
coloso, con su mirada átona,
con sus manos temblorosas
sujetando el aliento que insufla
alma a las palabras cuando piensas:

Amor, he querido darte lo peor de mí
porque soy todo lo que conozco.

Y nunca nadie pediría un cuello roto
del que colgar una cadena perpetua.

No es la soga lo que aprieta.

Es ver que no puedo pedir nada,
porque sólo tengo una cuerda
sin un extremo al otro lado
que ofrecer.


No hay comentarios:

Publicar un comentario