viernes, 18 de abril de 2014

Memoria.

El amor es un arma más blanca que Neruda.

Decir: Te quiero.
Debe decirse si uno está desnudo
enfrentado con la piel.

Yo me enfrento a mi pasado y aquí desnudo te veo a ti.

Te quiero.

Y no es que no niegue mi pasado,
Y si es que si acepto mi presente.
Entonces me doy cuenta que el arma más blanca
es aquí y ahora en la ducha con el agua más sucia
mojando el cuerpo más blanco que un poema sin escribir.

La piel del agua se escurre entre las nuestras.

Los escombros húmedos de tus ojos
y las manos construidas de los míos
sujetando la presión del chorro encima de nosotros.

Un beso aquí debajo no limpia el sudor de una noche con nosotros.

Las lágrimas escupidas con sabor a 38 grados
envuelven la costura de tus pechos
y su geografía urbana con vistas a Manhattan.

El sótano resguardado de tus piernas
y los dientes impacientes de los míos.

Se besa la vergüenza igual que se masturba un cuerpo compartido.
Amor salvaje de sofá y atrezzo de humedad.

La saliva lubrica nombres extraños Alejandro.

Es más feliz la mirada evadida del día
que un beso sin sol en el tren de camino a Sonia.
Siempre estoy de camino hacia ti Sonia.
Suelo olvidar nociones idílicas abstractas.

Quiero cumplir años siempre con la misma edad.

Quiero cumplir años contigo y que no exista ningún pasado.
Que sea este presente lo que se cumple con nosotros y tu cuerpo.

Ya no tengo pasado, lo sé, porque ahora sé que:

Solía
         Olvidar
                       Nombres
                                       Incompletos
                                                           Alejandro.

Una noción idílica.
Argumentar que te quiero en un poema.

Y apuñalarme el pecho como una ciudad o como en un poema sin Neruda.



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