domingo, 13 de abril de 2014

Como me llamo

He mutilado la lengua desnuda de tu hogar.

Allí, habitante de donde vives,
las cuevas secas del mar
invaden la locura blanca de los ojos.

Me miras igual que se mira un crimen.

Me visto siempre con la misma ropa,
sangro siempre con la misma herida
y aun así me coso los botones de distintas
camisas.

Una camisa por si sola sólo vale como motivo de tristeza.

No soy partidario de construir casas sin tejado
cuando llueve se moja el patio y se tienden los abrigos,
abrigos que mueren crucificados en la primavera.
Renacen las flores en las mangas y la alergia
tiene un sabor a picor en las espinas.

Son cuatro estaciones hasta tu casa.
Primavera y volverá a sonreír.
Verano y el calor que te extraña.
Otoño y las puertas sin pestillo.
Invierno y sus labios de silicona

Te abrazaría igual que se abraza por primera vez
contra las paredes que sujetan la cultura y los libros.

A veces recuerdo un abrazo en la biblioteca,
recuerdo sintaxis y excusas para estudiarnos.

No hay cama más solitaria que la que has compartido.

Y yo, nunca me comparto.
Que sensación tan solitaria,
tan solitario como no poder decirte
como fingir cuando nos vemos
que yo te odio o que tu no me conoces.

Odio no conocer las razones por las que odio tener memoria.

Nunca es demasiado tarde para saber que llego tarde
y que esto duele con un nombre u otro.
No me gusta tener nombre
es una excusa para que me digas,
es una excusa para que te escriba.

Vivir en un papel tiene que ser una forma de inmortalidad distinta.
Claro que también, hay formas de morir de forma eterna indistintamente.

Indistintamente de que muera aquí o allí
Beso la rabia violeta con la que debe besar una orquídea.

Espero marchitarme antes de que llegue el verano
y me pille con la boca seca, la puerta cerrada,
y los labios pegados con silicona.

Negarte tres veces por el placer de las huellas del fino grosor de la piel.
No tengo vergüenza, claro que no tengo ni hogar ni ropa que ponerme.

No cuento nunca con tener dignidad,
ya que para poder sentirme digno
debería de sentirme parte de alguna parte.

El peor exilio siempre se comete con las balas del revolver.
Nunca se puede volver después del primer disparo.

O es que acaso te has olvidado de como me llamo.

Se que me quitarías hasta el nombre.
Pero nunca la memoria.



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