Un pequeño
átomo de horror
es inevitable;
Todavía servían
los brazos
para contagiarse
con aquel calor
que no da la luz.
Te marcaron.
Señalaron
el color incómodo
de tu piel.
-La costumbre suele
ser cómplice.
Decidimos que el color
era aquella raza justificada
y propia de los cuerpos
que nacen en otros.
Sólo cabían charcos
en el Iris común
indefendible y triste.
Mírame cuando te hablo.
No dejes que la infancia
de aquellos niños
señalen la crueldad
con la que se mancha
una piel que no se quiere.
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