miércoles, 28 de mayo de 2014

Geología de un retrovisor

Se pueden tener manos arrugadas para un corazón joven.

A punto de nevar, la voz se alza blanca entre la piel.
Marrón, y con la misma resina que las legañas
pegadas en los bordes de los ojos, habitan búhos.

Los relojes no duermen tampoco por la noche.

Y las puertas cerradas de las habitaciones
siempre serán árboles difíciles de talar.

La paz es como el agua que duda si caer del grifo,
es un sonido en medio de la distancia salpicada.
Son charcos distintos los que se hacen con ceniza
y el mismo humo, que un día dieron calor estos pulmones.

Siempre me he preguntado a que sabe la tos.

Una calada de tráfico y alquitrán bajo la rueda,
el ruido de los bosques enfurece la naturaleza
metálica de las ciudades.

Automóviles parados como animales heridos.
Los años bisiestos se repiten dos veces cada cuatro años.

Yo me repito cada año, dos veces, mis veinte.

Hay piedras que son un error
las tropiezo cada cuatro años,
dos veces,
veinte pedradas y la llave todavía en el contacto.

La experiencia es un número par, no te olvides nunca,
Son necesarias dos personas siempre.

La que te tira de la mano y la que esconde la piedra.

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