miércoles, 21 de mayo de 2014

Yo, abre

Un beso de plata para la piel de Judas.

Así es como debe de saber el tacto de la acera
cuando se mastica el asfalto desde el hierro
y la madera de los portales sin número.

3 veces golpeada la misma puerta.

¿Quién es?
Yo, abre.

Nunca decimos el nombre para abrir una puerta,
¿Por qué iba a ser distinto dar así un beso?
sin llamar, sin nombre.

He preguntado por ti a dos personas distintas
y las dos coinciden en que no saben como me llamo.

No debe ser tan distinta la vocación de un diccionario.
Castigado a decir siempre nombres, pero sin amor.

Son las palabras las pieles mas desnudas de la lengua.

Quitando ropa, como quien quita el barro triste
de un niño sin edad, se mancha igual los pantalones,
por debajo se pega siempre la misma soledad marrón,
la felicidad tardía de los parques y la memoria
del péndulo más horizontal con el que simular
rozar el cielo desde abajo con los pies.

Todo es más sencillo sin palabras,
piensa que no desnudas a nadie
si no le dices como es así desnudo.

Quitame la lengua, tengo que hablar contigo.

Perdóname el ser así, torpe y con las manos ocupadas.
Ocupadas en pensar desabrochar los botones
y sostener la dignidad débil que se pierde según
bajo la cremallera y llora la ropa en su interior.
Las lágrimas dulces, de los ojos de tu ropa compartida.

Ser joven y revolucionario no está pensado para alguien que nunca envejece.
Por eso sé que nunca podré amar a nadie que haya tenido mi edad.
Antes que yo y después de ti.

La ira siempre es noble en manos inexpertas.
Igual que la resaca de un nombre sin edad.




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