jueves, 8 de mayo de 2014

Dálmatas

Existo como un ejercicio continuo de memoria.

Me recuerdo siempre de la misma manera.
Nunca he tenido una forma de pensamiento
distinta a ti, o a la forma en la que se mira
el retrato humano de un cuerpo fresco.

Los nombres son continuos ejercicios de memoria.

Soy de esas personas que al leer mueven los labios
para saber si realmente dicen algo, o leen por decir.

Te digo de memoria.

Te leo como quien ojea una revista de párpados.

Leer es un ejercicio continuo de olvidarme
porque nunca me leo dos veces igual,
si la primera la digo sin mover los labios
y la segunda señalo las palabras con el indice.

Así es como se delata a un mentiroso.

Se señala y se toca desde la uña para fuera
para que la huella no manche la hoja.

Los hombres tristes nacen manchados.

Yo lo sé, porque cuando toco un cuerpo,
dejo mis huellas por toda la piel
y se confunde lo que hay debajo
con el sudor que trabaja por arriba.

Masturbar un cuerpo con las manos
es un ejercicio continuo de memoria.

Sé que lo sabéis.

Siempre pensáis con la uña para fuera.
No sea que manche.

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