Bailan dos velas
separadas.
El dolor de la
cera que toca
lo ungido
espesa el lacrimal.
Densa, se deshace
en un cadáver
de calor.
Huele al idioma de Dios.
¿Por qué
sumergir
palabras fundidas
que se abrochan
por delante?
El desierto
blanco ya no alimenta
al peregrino.
Mana de tu sed
la garganta del hacha.
Son dos lenguas separadas
castigadas a morir
desprendiendo un entusiasmo
separado de vacío.
Bautizadas con la herida de distancia.
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