Nunca he pensado
en la sinceridad
de una puerta abierta
o cerrada.
Tampoco el filo
oculto de las agujas
en las córneas
cuando hilan
fino
y puntiagudo
sobre una cicatriz.
La sustancia es testigo.
Ella entregó un músculo
incompleto
rociado de oxígeno
y complicados
colores.
Nunca he dicho la verdad;
Ni he exclamado
palabras justas
en contra
de la indefensión
que sufren
las maýusculas
cuando nos alteran.
Menos aún
he acariciado los huesos
que ponemos en alto
cuando se despega
de la verticalidad del instinto de su columna.
El egoísmo es algo
propio,
no he conocido nunca
a nadie
que quiera compartirlo.
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