¿Alguna vez te has preguntado
que necesidad existe
de un auto cine?
En aparcar y observar
de retrovisor
en retrovisor
a las parejas
que no miran
como Ray Liotta se
enciende un cigarro,
alarga la raya de coca
o se engomina la cabeza
mientras que te sientes uno más.
Eres un buen muchacho
y ella también es una buena chica
pero todavía no lo sabe.
Y nadie te entiende,
tampoco cuando fuerzas
sus muñecas,
irritas su cuello vaginal,
esa penetración
mientras un halo
esculpido y sin vida
te mira frente
a frente.
El bueno de Ray esta discutiendo
algo indiscernible;
- "Desde que tengo uso de razón, siempre quise ser un gánster."
Y ella no lo entiende.
La eyaculación es casi perfecta,
dónde debe de ser; dentro de aquel
ponzoñoso,
hondo
y saqueado agujero.
El público aplaude, tarde o temprano a todos nos golpean.
Y la gente se agolpa en los cristales,
se hunde en la carrocería
y disimulan, siguen observando
al bueno
de Ray.
¿Qué tiene esto de romántico?
Tú eres un Gánster, ¿verdad?
/Y la muy zorra/
todavía negará lo evidente/
que era lo que quería/
y lo que se merecía.
- Debe haber habido docenas
de Peters y Pauls...
todos
casados
con
Maries.
No hay nadie como tú y ella ahora
lo sabrá
después de todo
para eso se pensaron en los auto-cines
en
cumplir
fantasías
sexuales,
en
ser
espectador
de tu propia película.
Y en arrancar una vez que Ray dice esa frase que te encanta:
- /No delates a tus amigos
y mantén la boca cerrada./ [...]
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