La muerte y la belleza son necesarias.
Igual que lo es esta sonrisa de piedra,
esculpida en cada talla y refinado
cada labio gris, pedregoso y manso.
Como este silencio que me ata a ti vida mía.
Pedregoso y manso y con manos vacías
sujetando aire y piedad al observarte.
De Pie, inmóvíl, nacido de la raíz
de esta piedra que como un castigo,
más que merecido, da forma a mi cuerpo
y al tuyo, entrelazados, serpentinata.
Y así vida gris, mía vida y verdad muertas.
Nacemos juntos de la talla y el laurel
que un día corono las leyendas
y sedujo a los hombres.
Aquellos hombres libres.
Aquellos hombres grises.
De cabello blanco e ideas razonadas.
¿Y dónde dejamos la vida, la belleza y la muerte?
Aquí enterradas.
La belleza y la muerte son necesarias.
El tiempo.
Frío, gris e inmortal.
Nunca podrá ser arrancado
de estos dedos inertes
que anhelan perderse cintura abajo,
mirada al frente y labios cortados.
El tiempo.
Es lo que nos diferencia de estar aquí tallados.
O de estar aquí.
Libres, canosos, razonados y mortales.
Y estaría dispuesto a dar mi libertad.
A cambio.
De que me tallaras muerto y bello,
en un momento gris.
Aquí donde mi mano se confunde ya con tu cuerpo,
y el tiempo sólo espera nacer de esta piedra muerta.
Junto a ti.
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