Tus labios, ya fríos, después del choque,
se delatan pequeños testigos
de tan cruento crimen.
Aquí me has besado.
Con el cuello apuñalado,
las mejillas raídas,
la frente atravesada
y la boca en ruinas.
Delicioso crimen.
Matar y ser testigo de tu muerte.
Sólo es posible aquí.
Donde chocan los labios dispuestos a dar la cara,
frente a frente, mis manos y tu cintura,
la daga y el puñal.
Perfecto Judas para traición tan barata.
Sólo espero que te crucifiquen.
Aquí.
Donde me has besado,
tal vez a metro sesenta.
Y dos.
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