sábado, 1 de junio de 2013

Mattise

Mattise no conoce la palabra miedo.
No sabe quien es.

Tampoco es capaz, imberbe,
de coger la navaja de afeitar de su padre,
coquetear con los tacones de mama,
o hablar incomprendido y joven
a las muñecas rosas
de su hermana Clarisse.

Mattise no conoce el odio.
No sabe quienes son ellos.

Para él los sueños sólo son
el perfume de mamá de los
Domingos.
Papá enfadado por cartas
que aún no comprende
de gente que existe sólo
al otro lado de los sellos.
Y Clarisse peinando su cabello.

Mattise.
Pequeño mundo de ojos grises.

Todavía no me conoces
tampoco sabes si existes tú,
o yo.

Sólo se que te veo tan pequeño,
tan lleno de vida y muerte,
tan valiente y despreocupado
cómo la primera vez que besaste
con los pies en la arena,
el abrazo azul del horizonte.

Mattise hoy no va ir al colegio
porque ya no existe.

Mattise ha existido durante pocos segundos,
porque tu pensaste en él, pequeño y gris,
como tú cuando tembloroso
te sentiste niño por primera vez,
y tu corazón sobrecogido lloró
como Mattise.
Por amores prescolares,
Domingos sin papá,
vacaciones de verano,
dulces navideños
y sonrisas tan fugaces.

Como la de Mattise al enterarse.
De que tú, tanto como yo,
y durante muy pocos segundos.

Pensaste que era real.
Como tú, no como yo.




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