Si tu mano
no ciñera las espigas
apretadas de mis labios
cuando digo
una palabra
consonante,
y brotara una generación
corrupta de silencios.
No reptarían las yemas
en mi nuca.
Su sal impidiendo
brotar una caricia.
Como fantasmas
aflojando los relojes,
o pisando la garganta
de la nieve.
Tu voz me recuerda
un himno ajeno
y fatigado,
difícil y azul,
obligado y paciente.
Lo oí despertar
sin hueso junto a otro.
Es difícil negociar hostilidades
cuando invaden el cráneo
personas construidas
con escombros de otras.
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