domingo, 21 de agosto de 2016

Huesos de sal

Por qué plantaste el hueso dolorido,
la costilla que nos dió nombre
y ahora crece marchitándose
a la sombra del pétalo corrupto
en las huellas del jardín.

Necesitan tu sal.
El calor de una piel distinta de las nuestras.

Y aún así nace dentro
como un cristal intacto
en el que no se ha reflejado
nunca nadie.

El labio de lágrimas derramadas
bordean la figura contorneada
de la raíz.

Pero átomo a átomo el hueso sigue ahí
con las cuencas vacías, atrapado, ciego.

Sin labios con los que poder decir tu nombre.

Oh! Cómo se entierra ahora su sonrisa eterna, forzada,
huella a huella, lejos de las flores que plantaste
apartadas de mi cuerpo, apartadas de ti.


No hay comentarios:

Publicar un comentario