Jack Brown
desenfundó
desdeñoso su 38 desgastado;
El tambor,
entorpecido,
aflorado
y negro
en
el cañon
infinito como un túnel.
Resbala todavía fresca
la mejilla
compartida y ambiciosa.
Un último y largo labio.
Suena a onomatopeya atropellada
cuando irrumpe seca, y triste
la pregunta.
Mucha gente se conoce en los bares
para contarse mutuamente sus penas
y volver con sus esposas por la mañana.
O con las manos atadas.
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